En mi garganta se
apelmazan, se acumulan, se amontonan. Las historias que me quedarán por
contarte. Todas. Que se revuelven y se cuelgan del techo de mi boca. Intentando
salir, sin poder.
Intentando
entender, sin entender.
Mis problemas, seguirán siendo problemas si tú no
los disuelves en chocolate, pequeña.
Mis oídos,
sordos. Sin escuchar tu voz.
Mis ojos ciegos,
sin ver tu sonrisa.
Mis manos,
vacías.
Tus recuerdos se
acurrucan en un rincón de mí y se muerden las uñas, sin saber qué hacer. A qué
agarrarse para quedarse donde están. Sin
nada nuevo que añadir a su colección. Una antología inacabada. Sin
absolutamente nada que decir.
Mi tristeza,
conociendo nuevos límites.
Y en mi teléfono
un puto mensaje con tu nombre. Haciendo eco en el vacío de tu ausencia.