Agonía

Derramo mi dolor en una hoja en blanco, escupiendo frases sin sentido, lanzando puñales que rebotan en la nada y vuelven con más fuerza, clavándose en mi espíritu, agujereando el último de mis alientos.

Nada me sirve. Todo me aplasta. Tu peso invisible se reúne a mi espalda y me encoge hasta que mis ojos no ven más que el polvo del suelo. Respirar se convierte en una agonía, un castigo, un horror.

Siento partes de mi cuerpo que había olvidado tener, que funcionaban por inercia hasta que el dolor se hizo tan grande que hasta ellas tuvieron que parar a descansar.

Siento mi corazón, desprendiendo pedacitos que le sobran porque ya no te alberga entre sus muros… Ha dejado de bombear sangre para enviar a mi organismo el aire que dejaste en su interior al irte.

Y la sangre abandonada se transforma en lágrimas que acuden ansiosas a mis ojos para recorrer mi rostro.

Para teñirlo de muerte.



Escrito en: Enero 2009
Recuperado en: Abril 2009

2 comentarios:

Noviembre dijo...

Es una cosa curiosa cómo de vez en cuando apetece recuperar ciertas cosas, ¿eh?

El final de este texto siempre me deja así como sin saber qué decir...

Hoy tiñes esto de algo triste, que, a veces, está bien porque siempre hay tiempo para todo, pero oye, que no sea una constumbre eh!!

^^

Anónimo dijo...

El escrito es tan negro que hay que buscar con las manos las palabras.
¡Que alguien encienda la luz!
¡Oh -oh!
Apaga apaga.

Beso.