Me gusta decir voluptuosidad. Vo-lup-tuo-si-dad. Volup-tuosidad. La voluptuosidad en tus caderas se me atasca entre las muelas cuando hablo.

Sí, me gusta decir voluptuosidad, aunque no se si por la propia melosidad de la palabra o por la imagen automática que de ti se crea en mi cabeza.

Ya ves, también me gusta decir melocotón, pero cuando lo digo no pienso en ti. O sí, tal vez piense en tu piel de melocotón. Aunque no tiene sentido. Nunca entendí la expresión “piel de melocotón” como si fuese algo bueno. Nunca jamás he podido tocar un melocotón. Me da repelús. Repelús. Ahí tienes otra. Pues eso, que en verdad no puedo pensar en ti cuando digo melocotón porque me da repelús y nada en ti puede dar repelús. Repelús. Repelús. Pero decir melocotón mola cantidad.

Y linda. Linda es un adjetivo maravilloso. Si algún día tengo una hija pienso decírselo todos los días. Me levantaré y cuando la vea le diré “pero qué linda eres”. Algún día tal vez lo cambie por bonita, que es otra palabra que me tiene comiendo de su mano.

Linda. Linda es una palabra que la gente apenas usa. Y no lo entiendo, porque dice tantas cosas de una vez que debería ser imposible no utilizarla. Y no es que decir linda me guste especialmente. Antes diría estupendo, por ejemplo, porque notas la lengua juguetear entre los dientes y eso mola. Si, antes diría estupendo que linda, pero claro, hay ciertos momentos en la vida en que no puedes sustituir uno por otro y en esos momentos…linda es una gran palabra.

Y pensarás que me está fallando la cabeza, que ya no sé lo que digo, que he perdido el juicio y que estoy desquiciado. Pero no, qué va. Lo que pasa es que no siempre es fácil encontrar la palabra que se quiere en ese determinado momento, por eso es bueno ir pensándolo con tiempo.

A ver si te crees que es fácil pensar con tus ojos color aceituna-de-las-ricas-de-kiosko colgando de mis pestañas. Es lo más difícil del mundo, ¡carajo!



** Por cierto, deberíais haceros asiduos de este personaje: