Todo es feo y tan horrible

El color se esparcía homogéneamente a lo largo de toda la superficie, llegaba hasta la línea que limitaba las fronteras y volvía hacia el interior coloreándolo todo de forma intensa. Los movimientos eran suaves y delicados pero dejaban ver la firmeza de quien sabe lo que hace. No se salía ni un ápice de su ruta, no temblaba lo más mínimo.
Era frente a aquel espejo cuando mejor se sentía, aunque sería más acertado decir que era frente a aquel espejo cuando sentía algo at all.
En sus manos, la barra de labios pronto cumplió su función y volvió resignada al fondo del cajón, donde pasaría meses hasta volver a ser usada.

Aquella noche salió hasta perder el sentido, hasta olvidarse de todo cuanto la rodeaba.

Cuando llegó a la segunda copa ya había olvidado su trabajo, la compañera que le hacía la vida imposible, el jefe que le echaba el aliento en la cara y las horas encerrada en un antro sin luz.
A la quinta bebió un Gin Tonic que, bajando por su garganta, se llevó por delante la enfermedad de su madre y su último atisbo de racionalidad.
Un trago más y no recordó al que un día fue el amor de su vida y que ahora seguramente se revolcaba entre las sábanas de algún hotel de carretera con una mujer de mala vida. Y con él, también se emborronaron todos los intentos fallidos que hubo después.

Entró en los baños y, tras demasiado tiempo en ellos, salió eufórica, abrazando a todo aquel que se cruzaba en su camino, hasta que uno la abrazó más de la cuenta y se la llevó a un rincón oscuro, mugriento y solitario del lugar.
Hallándose él en pleno éxtasis sexual comenzó ella a sentir una sensación extraña a la vez que familiar. La cara de él se volvió brillante y comenzó a difuminarse con el ambiente. Miró al fondo para ver que todo parecía desintegrarse en una masa uniforme de color blanco brillante. Sintió que las piernas le fallaban y acabó cayendo al suelo.

Era ese momento el que la hacía sentirse bien. El momento antes de perder la conciencia, el momento en que sabía que durante un buen rato no iba a volver a pensar o, más bien, sufrir, pues ella ya no pensaba, sólo sufría.
Se despertaría al día siguiente echa un desastre y se iría directa a la cama, a seguir no pensando.

Si se despertaba.

Plato frío con tu nombre


Queridos amigos, gourmets de aquí y allá, amantes de la cocina en general. Sin duda el plato que hoy les presentamos no será a gusto de todos. Cae pesado al estómago y es de difícil digestión. Aun así, y a pesar de las grandes cantidades de hiel que requiere, puede llegar a saber muy dulce.

Dificultad: ***** (máxima)

Ingredientes para una persona:

- Una latita de rabia almacenada al vacío. Repetimos. Al vacío.
- Una gota de melancolía.
- Dos tazas de rencor.
- Tres cucharaditas de desprecio.
- Desilusión a discreción del cocinero.
- Un sobre de decepción.
- Dos kilos y medio de hiel.
- Un kilo de indiferencia.

Preparación:

Antes de comenzar, limpie bien su mente de recuerdos y elimine los restos de cariño que puedan haber quedado. Es fundamental para que el resultado sea el deseado.
Calentar a fuego lento el kilo de indiferencia junto con el sobre de decepción hasta que tome un regusto añejo y meditado. Una vez que ambos ingredientes están totalmente integrados, añadir las dos tazas de rencor y remover hasta obtener una masa odiosa y desdeñosa.
El resto de ingredientes han de añadirse ahora. Todos juntos. De sopetón. Como las sorpresas desagradables. Es importante, a la hora de hacer este paso, no utilizar lágrimas como sustitutas de la melancolía. A simple vista podrían parecer ingredientes equivalentes pero las lágrimas añaden un regusto a pena que no es el deseado.
Para que la cocción sea óptima se precisa mucho tiempo perdido e inexistentes ganas de esperar por cosas imposibles.
Una vez terminado, cuando los ingredientes ya se han hecho uno y crean una masa con textura de reproche y aspecto de venganza, ha de colocarse el resultado en un congelador por tiempo indefinido. Este plato ha de servirse muy frío.
Para paladares exigentes, acompañar con aliño de sarcasmo.


Sugerencia de presentación:





**Cocinado con ...Raquel Busca su Sitio... :)

Lovely Raquel

¿Alguna vez te ha pasado eso de ir por la calle y que pase un extraño que huele familiar? ¡ay! No sé, no me estoy explicando bien, a lo mejor ni siquiera es algo que le ocurra a la gente. Tal vez éstas cosas sólo me pasen a mí, y aquí estoy yo, contándotelo a ti como si fuera lo más normal del mundo.

A ver si me explico, yo me refiero a cuando vas caminando, o sentada en el bus, o da igual, como sea, y pasa alguien que huele a recuerdos, ¿me entiendes? Como cuando un día pasó una chica a mi lado que olía a ti cuando te ríes, y me acordé de aquella vez que fuimos a la playa todo el día, nos quedamos dormidos y se me quemó toda la espalda, ¿te acuerdas?

No sé si sabes a lo que me refiero, ¿nunca te ha pasado que, al abrir una bolsa de gusanitos, recuerdes el día aquel que fuimos al museo ese que tenía de todo menos cuadros y, cuando nos cansamos, nos tiramos en un banco a llenarnos las camisetas de miguitas amarillas?

Es que es muy difícil de explicar lo que quiero decir pero me pasa casi cada día. Sisi, como lo oyes.

A lo mejor voy tarde a clase corriendo por la calle, con el paraguas, la carpeta, el gorro cayéndoseme sobre los ojos, la bufanda casi en el suelo y ¡pam! Pasa un chaval que, es que no sé, huele a cuando fuimos al cine de 3D y a ti las gafas te quedaban tan grandes que parecías una mosca de ojos saltones.

O que a lo mejor me subo en el coche de quien sea y me huele a cuando fuimos a esquiar, y me acuerdo de cuando se te caía una lagrimilla por el ojo izquierdo porque hacía mucho frío y tú ibas sin gafas.

También me pasa a veces que, a lo mejor me preparo un té y me huele a cuando desayunábamos en la cama tostadas con café. Y fuera llovía y hacía frío y nevaba y la de mi madre. Pero dentro estábamos tan bien…
Me encantaban los domingos en la cama, y tu café y tus tostadas.
Me encantaba todo antes de que todo se fuese a la mierda.

A ver, que tampoco te emociones, no es que esto sólo me pase contigo, es generalizado y me pasa con cualquiera, lo que pasa que lo tuyo es tan recurrente que ya me da un poco de miedo. Sobretodo porque ya hace demasiado que no estás en mi vida, y es extraño.



**Ya ni se acordará de que se lo debía, pero de todas formas: Con mucho retraso y sin recordar muy bien si era algo así lo que debería haber sido; para Raquelita, la que busca su sitio.