German Fact II

Hallábame yo sentada en la segunda fila de una concurrida aula universitaria cualquiera cuando, al mirar a mi izquierda, mis ojos se posaron en una imagen difícil de creer. Tan difícil que hube de sacar una foto para tener una prueba gráfica.





Repito: segunda fila.

Este panorama te lo puedes encontrar en cualquier momento, a cualquier hora y de cualquier forma. Y nadie, nadie, lo encontrará extraño. Así como nadie encuentra extraño que la gente se saque un bocata o un tupper en medio de clase y se ponga a comer.

Que sí, que sí. Que los alemanes están más avanzados que nosotros.

Quiéreme tú, que yo no puedo


Soy un desastre.
Viviente, andante, pensante.
Ya lo sé. Ya me lo han dicho.

Ya me lo has dicho.

Y, ¿qué voy a hacer?
Si el único orden de mi vida
es el que tú me das.

Que soy un desastre, sí.
Pero lo soy un poco menos
Si pululando alrededor te encuentro.

¿Qué voy a hacer?
Si en mi cabeza no hay más que agujeros negros
que sólo desaparecen cuando tú me miras.

Que me quieras tú.
Ya te lo he dicho.
Que yo no puedo.

German Fact I

Inauguramos sección.
German Fact, que se va a llamar.


Cada vez que intento crear una nueva sección en este blog acaba quedandose estancado en el fascículo I, así que esperemos que esta vez de más de sí.


El objetivo es breve y claro; como la gran mayoría ya sabe, una servidora se encuentra en las maravillosas germanias de Erasmus así que pondré aquí todo aquello que sea digno de mención sobre esos seres rubicundos y fortachones que pueblan este país.
Así que ala, motores a punto y comenzamos!



"En las piscinas alemanas la gente no usa gorro. Ea"


Sí, lo sé, no es un gran fact, pero es que me fascina.
Que la cama más pequeña del mundo deja demasiado espacio entre tú y yo.

Que un pedazo de tela entre nosotros se me antoja un muro de acero.




Que quién quiere una almohada pudiendo dormir entre tus brazos.

Smile

Sonríe, sonríe, sonríe.

Si terminas de ver este corto y no has, siquiera, esbozado una minisonrisilla es que por tus venas corre de todo menos sangre.






Y ya que hablamos de cortos... échale un ojo al que ha colgado Yopopolin en su blog.

Pseudomodelo

Pues eso, que hoy mi lozano rostro ha salido a la luz.

Aquí os dejo el link:

Desempolva el objetivo, nena

Feliz 2.0

Apenas puedo ver nada y empiezo a sentirme mareado. Mucho.

Nadie parece darse cuenta. Dos niños juegan a la pelota tan cerca de mí… y pienso que si ahora mismo, por alguna horrible desgracia, algo me pasara, nadie se enteraría. Me quedaría aquí, sólo, esperando a que alguien se diese cuenta, consumiéndose este puro entre mis dedos o, peor aún, entre mis labios.

El aire empieza a estar demasiado viciado, incluso para mi gusto. Seguramente una bocanada de aire fresco y puro (tan puro como puede serlo el aire de la ciudad) se llevaría consigo cualquier rastro de este estúpido e incómodo mareo. Pero no quiero abrir la puerta. Siento que si lo hago mi pequeño mundo se deshará en pedazos, la historia de mi vida se verá reducida a polvo derramado sobre la carretera, añicos minúsculos imposibles de volver a unir.

Y no es que me haya pasado nada extraordinariamente grave. Seguramente si abriese la puerta del coche nadie notaría nada; el mundo seguiría su curso, esa señora de ahí en frente seguiría paseando a ese perrito enano y ridículo y la vecina del cuarto seguiría regando las plantas sin inmutarse ni un ápice.

Nada extraordinariamente grave, no. Vamos, que no ha pasado nada de nada. Que aquí sigue todo igual, el crío sigue llegando a casa a las 5 cada tarde y Estela sigue recibiéndome con un beso y un abrazo. El jefe sigue gastando los mismos chistes malos y se sigue comportando…bueno, como un jefe. Sigo saliendo a tomar un café a media mañana y leyendo el periódico después de comer.

Supongo que la sociedad del bienestar no es tan positiva si, con todo mi entorno perfectamente ordenado, estoy encerrado en mi coche con pánico a abandonar un cubículo metálico. Supongo que algo parecido a esto experimenta la gente que tiene cosas como ansiedad; miedo a algo que no existe. Miedo a la idea de lo que pueda pasar. Miedo al cambio. Yo qué sé. Miedo a salir de un puto coche. A arrancar el motor.

Porque, tal vez, si me quedo quieto, quieto, quieto, nada en mi vida cambie y pueda mantenerlo todo así; estático, perfecto. Como hasta ahora.

A lo mejor si no muevo ni las pestañas consigo que la felicidad me dure un poco más.

Házme feliz

Que me aspen si no han llegado mis ojos a apreciar bien lo que veían.
Que se lleve mi alma consigo una bruja endiablada si me alcanza la razón equivocada.
Que me sea negado todo lo bueno que el sino me reserva si mis conjeturas se demuestran erróneas. Que la locura me arrastre entre sus garras y la desgracia se adueñe de mi estirpe. Que la infelicidad se aloje entre los pliegues de mi ropa.

Pero no, creo que, por una vez, mi perezoso instinto ha hecho bien el trabajo que le ha sido encomendado.
Por una vez, parece ser que no se equivoca mi corazón al haber vislumbrado un ápice de amor en los oscuros y fríos ojos del apuesto caballero que me ha privado de mi adorado sueño y de mi valorada cordura durante los últimos meses y que no se halla en otro lugar ahora mismo que frente a mí, penetrando con su mirada hasta el fondo de mi alma y expectante de unas palabras que aún no logran salir de mi boca.

Me aborreceré si mis suposiciones resultan ser erróneas, y aunque quisiera también hacerle a él objeto de mi desprecio, tengo la desgraciada certeza de que nunca lo conseguiría, pues no puede despertar en mi interior sentimientos distintos del amor, el respeto y la pasión.

Apenas queda ya tiempo, el alba asoma y debo reunir las fuerzas para hacer manifiestos mis sentimientos. El pavor al rechazo me ha mantenido callada durante demasiado tiempo y me aventuraría a pensar que ni mi ser ni mi alma podrían soportar seguir así durante más tiempo, mucho menos para siempre.

Calla, pues, cabeza mía, y déjame hablar, la aurora ya nos ilumina y, tal vez, cuando el día despunte mañana nos regocijemos en felicidad y amor. ¿Cómo podría estar equivocada?

I want to eat you

Tal vez sea que una se siente en parte alemana, o maybe simplemente la vena románticona que hay en mí se ha despertado con esta foto tan adorable, pero me ha parecido merecedora de atención.

El Oktober Fest mola o qué?


Oktober Fest 2009

1.244.952

¡Eh, tú! Te lo digo una vez y no lo repetiré: Que sea la última vez que te cuelas en mis sueños, descolocando mi delicado orden con tus ojos y tus palabras. Que no se repita. Que no vuelva a sentir tus brazos sobre mi cintura como si fuese verdad, tu respiración en mi cuello estremeciéndome la piel. ¡Que no y que no!

Que me llevaste al límite y no quiero volver a estar de puntillas en el abismo de tu vida.

Seiscientos veintisiete besos al día no fueron suficientes para que te quedases a mi lado. Era lo que me faltaba, que vengas ahora a acomodarte en mi almohada.

Cuatrocientas ochenta y nueve caricias por cada noche a tu lado no me sirvieron más que para desgastarme las manos al roce con tu espalda. Déjame ahora tranquila, curándome las heridas.

Porque ochocientos quince tequieros susurrados al oído se ahogaron, y perdieron el sentido apenas encontraron la salida entre mis labios. Y, para qué negarlo, hablar en sueños nunca ha sido lo mío.

Y mis favoritos; todos los abrazos inesperados que te dí. De esos he perdido la cuenta, pero seguro que son más de cien, de diez mil y seguramente más de un millón doscientos cuarenta y cuatro mil novecientos cincuenta y dos. Sorprendiéndote por la espalda, abalanzándome contra ti a la mínima, apretando mis mofletes contra tu hombro derecho y empujándote con fuerza como queriendo ser parte tuya. Sí, todos esos abrazos que no me sirvieron para nada, sólo para alejarte más y más. Y no es mi plan precisamente caer de la cama en un último abrazo inesperado. Que no te lo mereces.

Pues eso, que sea la última vez que te cuelas en mi inconsciente, maldito desvergonzado, que no tengo ganas de seguir aguantándote. No, ni en sueños.

Nunca me han gustado los números exactos.

La alarma de mi móvil siempre suena a horas como las 7.14, las 10.23 o las 21.57 (sí, duermo la siesta a las horas más insospechadas). Para mí, no te he dicho las cosas “mil veces”, no. Siempre “te lo he dicho cincuenta y dos mil quinientas veinte veces” (número que me gusta dicho, pero no escrito, dicho sea de paso). Es una manía. Me molestan los números tan redondos. No me gustó tener 20 años, era un número demasiado perfecto. Afortunadamente, cuando tenía 10 aún no tenía estas neuras. Tenía otras.

El caso es que me acerco peligrosamente a un número muy odioso. Y aquí, a las puertas de la entrada número 100, he decidido pararme en la 98. Porque la gente celebra los números bonitos, con muchos ceros, pero yo no, yo esos sólo quiero que pasen muy rápido.

Realmente, el 98 tampoco es un número tan importante como para celebrarlo muy a lo grande, pero me apetece. Porque sí, porque tengo mis neuras y punto. Porque esto del blog no deja de fascinarme y, sin enterarme muy bien cómo, se me han resbalado entre los dedos lo que en septiembre serán dos años aquí y bueno, he querido pararme a hablar un rato.

Sobra decir que doy las gracias a todo aquel que en algún momento ha pasado por aquí y ha dedicado aunque sean dos minutos a leerme. Y aunque eso de los seguidores es algo absurdo (al final la gente acaba utilizándolo como un concurso de popularidad), bueno, pues que gracias a los que consideran mi blog digno de seguir, por las razones que sean.
Pero hay unos cuantos que se han ganado unas gracias especiales, un huequito personalizado en los favoritos de mi explorador.

En parte, por
Noviembre me dio por crear este blog. Así que, podríamos concluir, y concluiremos, que ella tiene un poquito que ver en que yo esté hoy aquí. Otros factores influyeron, obviamente, pero bueno, su mérito tiene la muchacha. No sólo por animarme a crearlo, si no por animarme una vez echada al ruedo y por animarme a escribir, costumbre ésta con la que he tenido mis más y mis menos.

Cuando empecé, los seguidores no eran para mí un concurso de popularidad. Eran mis amigos dándole al botoncito de hacerse seguidor porque…bueno, yo qué sé por qué, porque era una pesada, supongo.
Lázaro Suárez fue mi primer seguidor desconocido. Flipantemente increíble me resultó que Lázaro Suárez, ni más ni menos, (Lázaro Suárez eh?) le diese a ese botoncito. A ver, que mola que flipas. Descargad su libro y decidme si miento. No me extenderé más hablando de él porque, como ya dije en alguna ocasión, decir más sería blasfemar.

Llegaron después
Oski y Raquel. Primeras personitas con las que llegué a entablar relación más allá del blog. Oski me inundó el disco duro de cantautores españoles que se escondían entre las alas de un búho real. Y Raquel…bueno, Raquel me descubrió las maravillas que se esconden tras su réflex y, con sus uñas gemelas a las mías, fue la primera persona con la que escribí algo a medias.

Por ese entonces, descubrí al que ahora es mi pequeño socio,
Aprilis. Con él comparto el amor por el té, la buena música y la profesión (y tal vez también una tendencia a enviar dedos mutilados por correo). Nunca he visto tanta música maravillosa reunida en un solo blog, sólo por eso ya se merece un gracias a lo grande.

También entonces descubrí a
Yopopolin. Yopo es un cabrito. Desde el primer día que lo leí se instaló en mis favoritos y es de esos blogs que corro a leer cuando actualiza. Porque siempre es divertido e interesante. Aunque hable de sus gafas nuevas o de grandes tetas. Da igual, lo torna todo de lo más interesante. Y digo que es un cabrito porque es el único que me hace hablar por los codos como si no hubiese mañana en su blog.

Y por último, está
Pescador. Pescador es un muchacho que siempre consigue hacerme sentir como si fuese una escritora de verdad con grandes novelas escritas a mi espalda. A día de hoy creo que es él el único que logra ese efecto :)

Y bueno, hoy, a dos entradas de las 100, me apeteció dar las gracias a todo aquel que me lee o leyó en algún momento. Porque, como dicen las abuelas, es de bien nacidos ser agradecidos. Y tanto más si se han leído este excursus que nos ocupa.

Y con esto, se cierra el telón. Nos volveremos a encontrar cuando un conspicuo número llame mi atención en el recuento de entradas.

sonrisa.valiente.

Se ponía histérica cuando veía por la calle a alguien comiendo gusanitos de uno en uno. Le daban ganas de zarandear al individuo y gritarle, aullarle, que los gusanitos se comen a puñados, que todo el mundo lo sabía. A menudo le entraba una mala leche inexplicable con cositas como esa, como cuando veía a algún imbécil hablando a voces por el móvil o cuando veía cómo se enfadaba la gente viendo los deportes.

No solía ser así; antes su organismo funcionaba de manera completamente diferente, y aún recordaba cómo no hacía demasiado sonreía sin motivo cuando caminaba sola por la calle. Aún recordaba cuando sentía como si los huesos se le hiciesen pedacitos del gusto cuando la abrazaba. Como si le fuese a explotar el pecho de amor, cariño o lo que fuese.

Ahora rezongaba al cuello de su camisa cuando en su camino se cruzaba una pareja empalagosa. Las muestras de cariño en público nunca habían sido lo suyo, ni siquiera en sus buenos tiempos, pero es que ahora se hacían algo insoportable que sólo servían para alimentar más su mal humor.

Donde antes era dulce, tierna y sensible ahora se había vuelto hipócrita y cínica. Ahora era de las que afirmaba, con la boca muy grande y el corazón muy pequeño, que el amor está sobrevalorado. Ella, que siempre había dicho que los que hacían uso de esa frase no eran más que pobres miserables a los que nunca nadie había querido en condiciones.

Ahora, ahora se encontraba repitiendo esa frase hasta que perdía el poco sentido que, al menos gramaticalmente, tenía. Se la soltaba a todo aquel que le preguntaba qué tal le iba. Pero no era eso lo peor, no. Lo peor era que se la repetía a sí misma cuando no había nadie más que la escuchase. La canturreaba para sus adentros y para sus afueras pensando así que se convencería de que el amor no era para tanto. La canturreaba para cubrir esa voz en su interior que le decía, que le gritaba, que el amor no era para tanto, no. Era para mucho.

Y así fue como se dio cuenta, de la peor forma posible, de que aquellos que hacían uso de la infausta locución no eran tontos que nunca habían experimentado lo que es amar. Más bien, eran infelices que habían amado más que nadie para perderlo todo después. Pobres almas en pena que preferían engañarse y repetir lo mismo a los cuatro vientos, que aceptarlo y morirse de la pena.

detener el tiempo

Mendigaba por las esquinas cualquier pedacito de algo que saciase su hambre y aceptaba limosnas de todo aquel que se dignase a colaborar con su causa perdida, olvidada, abandonada.

Al principio era más fácil. Cuando la soledad había comenzado a ser su compañera aún tenía algo que ofrecer a cambio de sustento; su interior aún bullía con cosas bonitas a las que la gente sacaba partido. Explotaban, estrujaban, exprimían, aprovechaban todo cuanto encontraban hasta dejar sólo pequeños pedacitos como astillas tras un fuego. Tirados. Trocitos de vida.

Se acostumbró al sonido que hacía su interior por la ausencia de alegrías, de ambiciones y de aspiraciones. Se acostumbró al silencio hueco y al hambre voraz en su corazón que engullía ilusión a bocados, esperanza a cucharadas y anhelos a tragos secos, sin hielo. Se habituó a la extraña sensación de su propio ser carcomiéndose a sí mismo.

Cuando todo había comenzado, cuando su corazón sólo lucía las cicatrices de un par de disgustos aún conservaba algo de criterio. Tenía más cabeza y escogía mejor a base de qué saciaba su hambre. Intentaba seguir una dieta baja en penas y rica en serenidad. Y durante un tiempo no le fue mal. Algún alma caritativa fue lo suficientemente generosa como para mantener su existencia durante tanto tiempo que casi olvidó las cicatrices con las que había iniciado el viaje.

Pero ahora. Ahora parecía que un avión hubiese cruzado el atlántico con aquel pequeño amasijo de cicatrices, heridas y perforaciones colgando en el retrovisor. Ahora se conformaba con comida basura cuyo efecto duraba una noche, apenas unas horas. Ahora salía a la calle y no le importaba ofrecerse a un extraño. Ahora usaba su cuerpo como moneda de cambio con tal de que unos brazos, cualesquiera, le diesen calor.

Y así, se le moría de hambre el corazón.

todo llega.

El sonido del ordenador inundaba la habitación y se hacía tan palpable en su oído que era casi insoportable. Notaba las palpitaciones de su corazón al compás del ronroneo de la máquina. Los parpados se le caían ante el peso de un sueño que, dijeran lo que dijesen, se acumulaba, vaya que sí. Y, aún así, con el cansancio tirándole de las orejas y hormigueándole el cuerpo entero, no podía dormir.

No quería.

Sentía el peso en sus pestañas, como si unos pequeños liliputienses tirasen de ellos con cañas de bambú. Como si quisiesen a toda costa que cerrase los ojos de una vez para que aquel silencio incómodo y oscuro se adueñase de la habitación.

Aquel silencio penetrante.

Los músculos del cuello se relajaban y tensaban en flotantes vaivenes. Derecha. Izquierda. Atrás. Adelante. Cuando su cuerpo vencía durante, apenas, unos minutos, volvía rápidamente a la consciencia y fijaba, de nuevo, la vista en el aparato, que la remolcaba de una imagen a otra con una ligereza pasmosa.

La ligereza que para sí quisiera en el arte de cambiar de pensamiento.

Sueño, sueño, sueño. ¿Cuándo había sido la última vez que durmió a pierna suelta? Ya ni siquiera lo quería recordar. Hacerlo sólo le haría más consciente del cansancio presente.

Y estaba cansada. Vaya que si lo estaba. Como si llevase cuatro mil doscientos sesenta y siete días cargando un muerto a su espalda.

Pero no quería darse por vencida. No podía dormir, o no quería. O no debía, o sabe Dios qué palabra encajaría aquí.

Era un hecho. Si dormía soñaba, si soñaba le veía. Si le veía, dolía. Y el dolor, para ella, era muerte.

Por los siglos de los siglos

“Dame un beso”

Suplicó con esos ojos suyos que me arrastraban sin remedio al torbellino de su pupila y jugaban conmigo a su antojo durante horas mientras me sumergían en su dulce remolino.
Obviamente lo hice. La besé, no sé si como ella quería pero sí como yo necesitaba. Sentí sus labios suaves rozando los míos mientras recorría con las palmas de mis manos los nudos de su espalda. La apreté fuerte contra mí, hasta que pude adivinar cada una de sus costillas oprimidas entre las mías.

‘Justo aquí quiero que se pare mi vida’

Para sentirla así, como ahora.
Tan pequeña entre mis brazos.
Tan morena de ojos verdes.
Con su olor a hierbabuena.

Revolvió mi pelo con maestría, como si de pronto hubiese aterrizado en el sillón de la peluquería. Jugueteó con los mechones rebeldes de mi cabeza y desordenó y enmarañó el poco equilibrio que quedaba en mi azotea.

‘En este instante’

Con sus películas de noche y sus discos en el coche.

Sentí su aliento oxigenando mi rostro y respiré el aroma que salía de su boca mientras las puntas de su melena cosquilleaban mi cuello desnudo.

‘Aquí’

Con la música de su paladar retumbando en mis oídos y los tacones de sus pestañas clavándose en mis ojos.

‘Para siempre en tu pupila’

El otro lado del mundo

Se me murió el aliento en un suspiro y se me redujo la existencia a partículas de color negro que se esparcieron por el suelo de la habitación y salieron rodando bajo la cama hasta perderse en esa oscuridad de la que nunca lograría rescatarlas.

Le pedí que me besase el cuello. Esa esquina, precisa y exacta, donde tú solías hacerlo. Donde tú solías conseguir que se estremeciese el mundo bajo mis pies hasta la mismísima Patagonia, hasta las cutículas de mis uñas.

Le pedí que se durmiese abrazada a mí, con su pelo acariciando mis mejillas y sus brazos rodeándome con fuerza. Le pedí que se acurrucase junto a mí como tú solías hacer.

Deseé con todas mis fuerzas amarla como a ti. Sentir que me vibraban hasta lo calcetines si me tocaba, que caía al vacío si era ella quien me quitaba la ropa y que se caía el mundo a pedazos tras la ventana si ella se desnudaba.

Quise desearla más que a nadie, querer estar a su lado eternamente. Quise sentir el fin del mundo sobre mi piel si ella estaba cerca. Sí, como si me palpitasen hasta los vasos capilares de las puntas de los dedos con sólo verla. Como si sintiese miedo a caer pisando tierra firme.
Como si me espachurrasen el corazón a golpes si sentía que se iba y no volvía.

Quise sentir con ella lo que sentí contigo. Que desaparecieses, del mundo y de mi cabeza. De todas partes. Olvidarte, hacerte desaparecer. Quise que nunca hubieses llegado a mi vida. O que no te hubieses ido jamás.

Quise no volverte a ver de nuevo. O verte y que no me doliese hacerlo.

Y nada, nada de todo eso logré.

Quise ser libre. Y ni eso conseguí.

A borbotones

Carlos. Carlos tenía esa forma de ser extraña, como sin prisa por nada pero acelerado por todo. Con su pelo alborotado, sus medias sonrisas y sus medias verdades a cuestas. Con sus levantamientos de cejas y sus caídas de hombros. Con sus frases de cuatro palabras que decían más que el mismísimo Lorca en el mejor de sus poemas.

Nunca. Nunca en mi vida me he sentido como me sentí a su lado, porque te hacía el centro del mundo, porque te hacía pensar que nadie era mejor que tú, para él. Que te escuchaba como si respirase por cada palabra que de tu boca saliese, que te hacía suya de formas que nunca imaginarías. Que te amaba por cada poro de su piel.

Ese era su mayor problema. Esa importancia que te daba, lo grande que te llegaba a hacer sentir. Esa capacidad de dártelo todo un momento y al siguiente dejarte sin nada. Era como si supiese el momento justo en el que tú comenzabas a depender de él. Ese instante en el que tú te empezabas a levantar cada mañana con ganas de un beso suyo y te acostabas cada noche con ganas de su cuerpo. Sí, eso es, era como si supiese detectar tus flaquezas.

Y así era él. Que, igual que llegaba, se iba.
Sin avisar, sin darte cuenta, de golpe, pero de golpe a lo grande, de bruces. Cogía sus abrazos, sus besos, sus paseos al baño por la noche, sus tengo hambre ¿te puedo morder sólo un poquito?, sus cincominutosmás por las mañanas, sus meencantantusbesos y sus vámonosalcine. Todo, se lo llevaba todo sin explicar a dónde.

Sí, el problema de Carlos era lo importante que te hacía sentir o, más bien, su problema era lo importante que a veces dejaba de hacerte sentir. Dándotelo todo un día y haciéndolo desaparecer tras un espejo al siguiente, o convirtiéndolo en un conejo saltarín que sale de una chistera.

Ese era su problema, sí.
El mío fue siempre la adicción a su sola voz. Adicción que aún no he superado y de la que me desintoxico aquí encerrada con terapias de conducta, actividades programadas y pastillitas verdes y azules.

Porque, no sé si habrán escuchado alguna vez algo así, pero cuando un drogadicto está bajo los efectos de la abstinencia puede llegar a hacer actos violentos de lo más insospechados.

Como matar.
Matar si no te dan lo que tú tanto necesitas en ese momento. Matar, sí.

Y, aunque me arrepienta una y mil veces, aquella noche el mono me cegó, el mono y la necesidad de algo que Carlos no me quiso dar.

La niña que se quiso meter en la boca del lobo IV

Del techo colgaba una lámpara de luz lúgubre y débil que iluminaba una estancia oscura y tétrica. Los cristales rotos crujían con cada pisada vacilante hacia el altar del olvido. En las ventanas, plásticos amarillentos y roídos por el tiempo ondeaban al viento donde un día hubo vidrio.
Silvia llegó al fondo del lugar esquivando montañas de escombros que poblaban el suelo. Allí, al final, con semblante serio y preocupado, esperaba de pie el doctor Montes. Confiaba en que te acabarías echando atrás sonó su voz, más profunda de lo normal. Soy una mujer de palabra - contestó sonando como aquel que lee el epitafio de su tumba.

Tras el médico, Silvia alcanzó a ver una camilla oxidada y destartalada junto a una pequeña mesa cubierta de utensilios quirúrgicos. Abajo, apoyada en el suelo, había una bolsa de deporte negra de donde asomaban más instrumentos que Silvia juraría no haber visto en su vida, ni siquiera en las series de médicos que veía en la tele.

Apenas hablaron, tan solo con un par de miradas consiguieron decir todo lo necesario. Con una mirada Montes le indicó que se tumbase en la cama, que respirase profundo y que mirase al frente. Con una mirada, Silvia le suplicó delicadeza.

Y, cuando aún no había extraído de su cuello la aguja de la anestesia, Silvia comenzó a cerrar los ojos y lo último que vio fue la mirada turbia y dolorosa de un médico a punto de hacer la mayor locura de su carrera.



** Mecachis en la mar, cuánto me gustan Silvia y su historia.
Historia que habría caído en el olvido más desgraciado de no ser por Soke, que me ayudó a escribir este capítulo y a trazar en el aire el futuro de mi pequeña Silvia.
Gracias infiniiitas, Marionetina!

te voy a hincar el diente

Shhh
Eh, tú.
Sí, tú.
No me mires así, sé que en realidad no te sorprendes, te estás haciendo el despistado, y no sé por qué, si sólo he dicho que esta noche quiero que me saques a bailar. Que quiero que nos vayamos de celebración, que me lleves a un sitio caro y que bebamos hasta perder el control.
Quiero…
Quiero ir a un restaurante. Sí, sí. A ese al que sólo vamos tú y yo, y quedarnos hasta las 1000, y si cierran, que cierren con nosotros dentro.
Y tengo claro hasta qué pediré, no necesito ni la carta, ni tiempo para pensar, lo diré así, de carrerilla, igual que recitaba las preposiciones de pequeña cuando me las preguntaba la maestra.
De entrante quiero una tabla de besos variados, para ir abriendo boca, nunca mejor dicho. Para picar entre los dos.
Una vez que el plato quede vacío y me harte de embadurnarme las manos con el sabor de los besos tomaré una ensalada de la casa, de esas que pone la carta que tienen un poco de todo; caricias, abrazos, roces, sorpresas inesperadas y miradas ardientes. Pero, si se me permite (y sé que se me permitirá) querría poder usar mi propio aliño, el que uso siempre; deseo en abundancia mezclado con juegos revoltosos.
Y, de segundo… De segundo quiero tu cuerpo.
Sin aderezos. Sólo tu cuerpo al plato, para ponerme las botas besando, acariciando, lamiendo, recorriendo, devorando, inhalando, empachándome. De ti.

Para beber pediré tus palabras susurradas en voz baja y al oído. Y de postre tomaré el último abrazo de la noche, pero lo tomaré, si puede ser, ya acurrucada entre tus sábanas.

No tomaré café o infusión, si acaso un chupito de te quiero con locura.

Eh, tú.
Sí, tú.
Dime que me llevarás a bailar.

Publicitemos

Nunca conoció el mundo un título más explícito que el de la entrada de hoy. Porque sí, voy a publicitar algo. Con toda mi cara.

Y ese algo es mi nuevo blog, Batallas y Momentos, hecho en equipo con Aprilis!!
Que nadie piense que abandono éste, claro está, simplemente me bifurco y sigo dos caminitos, lo que pasa que informo para que me sigais la pista si os place!
Y así de breve me despido, que no estoy acostumbrada a hablaros así, tan directamente :)
Un abrazo!

Aprovechemos que vas de blanco y éste es el sitio menos romántico del mundo

[...]


- ...porfi, porfi, porfi, porfi, pooooooooooooooorfi. Cuéntamela otra vez.

- Por Dios, pero si te la sabes de memoria.


- Jo, que me gusta. Venga maaami... porfi, porfi, porfi.


- ... Venga, va. Ya sabes dónde fue. Creo que concretamente, en el pasillo de las croquetas de perro. Qué tontería, no sé ni qué hacíamos ahí. Nunca hemos tenido perro.


- ¿y qué pasó?, ¿cómo te lo dijo?, ¿qué te dijo?

- Mmm... a ver. Pues eso, estábamos en medio de aquel pasillo y, tampoco te mentiré, la verdad es que yo iba muy guapa. Creo que llevaba un vestido corto de lino de color blanco. Y no sé, no sé que se le pasaría a tu padre por la cabeza, pero de repente soltó el carro, me agarró de las manos y me dijo “aprovechemos que éste es el lugar menos romántico del mundo. Cásate conmigo. Inventadamente. Ahora. ¿Quieres?, ¿Qué me dices?...”

- “...y seguiremos juntos hasta que nos siga dando la gana” – creo que también dije. No sé cómo no te lo sabes de memoria, enana.

- ... es que es muy divertido.

- Venga, venga... se acabó la cháchara, que se enfría la sopa.


- Pero jooo, ¡siempre os saltáis la mejor parte!

- Pero si ya lo hemos dicho todo, ¿qué falta?

- ¡Jolín! ¡Papá siempre me cuenta qué se le pasó por la cabeza y por qué dijo aquello! Os estáis haciendo los olvidadizos a propósito, estoy segura.

- Jaja, ya le ha salido la pequeña detective que lleva dentro. No lo hacemos a propósito, mujer, es que no te das cuenta de que aquí, a tu padre, le da vergüenza contar esas cosas…

- Porfiii, ¡es lo mejor!

- Ay, qué bien se te da sacarme los colores, pequeña. Verás, ví a mi alrededor todas esas latas de comida de bicho y no pude más que pensar que si alguna vez tenía perro, querría sacarlo a pasear con tu madre, quería tener una excusa para dar paseos interminables con ella, quería verla cuatro o cinco veces al día, lloviera, nevase o hiciese frío, quería verla a la luz de todas las lunas, soles, nubes y demás fenómenos meteorológicos. Pero claro... los perros dan una lata tremenda, y para ser sólo la excusa, me pareció más sencillo casarme con ella inventadamente, ¿satisfecha?

- ¡Noooo! ¿Y mamá qué contestó?

- Diminuta granuja, ¡sabes que no contesté! Se me pusieron los mofletes del color de tu abrigo y sólo acerté a achucharle y darle un beso de amor verdadero.


- ¡Ayyy! ¿un beso de amor verdadero?, ¿como el de La Bella Durmiente?, ¿eh?, ¿eh?, ¿eh?

- Sí, un beso de amor verdadero...



** De nuevo, colaborando con la dulce, adorable, bonita y achuchable Raquel, de ...Raquel Busca su Sitio...

A ver cómo te lo digo...

Que esta mañana
me indigné limpiando la cocina
porque el Fairy no dura lo que dicen.

Porque sobre la mesa
no había más que un plato.
Mi plato.

Porque ya no suena el agua cayendo
mientras te duchas en el baño.

Porque tu ausencia es tan grasienta
que ni un bote entero de lavavajillas
te limpiaría de mi vida.

Porque estoy en modo romántico festivo
y tú no lo acompañas.

Por que esta noche moriría
por esbozarte con mis labios
y colorearte a besos.

Mezclando sobre tu piel
el azul de mis ojos
con el rojo de mi boca
y el magenta de mis uñas.

Dejando resbalar
la transparencia de mi lengua
por la sinuosidad de tu piel.

Acariciando a pinceladas
cada recoveco de tu ser.


**Una vez más, gracias, Raquel (...Raquel Busca su Sitio...), por la inspiración del Fairy y por lo bonita que es tu idea de esbozar a alguien con los labios :)

No lloro por tí

Sacó del bolso sus Marlboro y se la ofreció abierta. Sabes que no fumo. Y tú no deberías, le dijo con tanta seriedad que podría estar anunciando una masacre en el telediario. Ya, bueno, de algo hay que morir ¿no?, respondió mientras sonreía con desgana.

- ¿Sabes? Estoy un poco harta de que la gente use ese argumento. ¡Joder! Por lo menos reconoced que para vosotros es una necesidad y punto, pero no os escudéis en que de algo hay que morir porque es lo más estúpido que he oído. Claro, como que la vida no trae de por sí suficientes razones para morir que os apetece añadir más, ¿no? ¡Anda ya! No es tan difícil reconocer que tienes una debilidad, sólo una.

Él no dijo nada, se quedó en silencio y pensó que seguía igual de testaruda que siempre, que aquellos meses no la habían cambiado nada, que 429 días sólo la habían hecho más bonita y que lo único que quería era besarla. Que, si fuera por él, quemaría su tabaco y nunca más se acordaría de él si tenía su boca para entretenerse. Porque sus labios eran mejores que la nicotina. Pensó que la luz de aquel antro le hacía brillar los ojos de una forma especial y que su pelo se movía como si estuviese hecho de brillante y oscura seda. Y pensó, también, que por muy bonita que estuviese cuando se quejaba (que lo estaba), lo estaba mil veces más cuando sonreía.

Pensó que podría habérselo dicho todo; que la había echado de menos hasta que el corazón se le escurrió entre las costillas, que sí, que tenía una debilidad, pero no era el tabaco, que su vida últimamente era una mierda. Pensó que sería genial tirar aquel café de un euro veinte por el desagüe e irse corriendo a recuperar el tiempo perdido, que necesitaba estar con ella, escucharla reír, enredar en su pelo, acariciarle el cuello y besar la punta de sus dedos.

Pensó en decirle que se había mudado, que ahora vivía a cinco minutos de aquella cafetería llena de gente. Que, si quisiese, podrían recuperar hasta ese tiempo perdido. Que cuando se había ido de casa aquella tarde, la cama había gritado su nombre y él había sonreído esperando poder contentar a sus sábanas.

Pensó en gritar que la quería horrores, en pedirle que se quedase siempre con él y nunca se volviesen a separar. Pensó en hacer de ella un llavero, metérsela en el bolsillo de la cazadora y mirarla cada vez que su ausencia le doliese.

Pensó toda su vida en un segundo.

mmm...

A mí la sangre no me la altera la primavera.

Me la alteras tú.
Con
esos lunares que asoman traviesos
entre los límites de tu escote
cuando el calor hace
que salga a la luz tu piel
suave.
De seda.


Podría decir mil cosas,

pero para qué,
si se resume con decir
que sin ti,
la vida es como un caramelo sin azúcar
…que sí, está rico
pero, no sé, le falta algo.


Stacy


Y, al final,

todo se reduce a

buscar alguien

que te empuje a

hacer

lo que sabes

que terminarás
haciendo.


Imagen: Arbogast

28 de Ankara

Pues que resulta que soy blog del día!!!!!!!! La maravillosa gente de la web blogdeldia.org me han creido digna de dedicar en su página un día a mí, así que ale, aquí os lo dejo y de paso aprovecho y doy las gracias a tooooodos. Por leerme y hablar o callar, pero leerme. Gracias! :)



¿Por qué te decidiste a iniciar el blog?
La verdad es que no lo tengo muy claro. De repente me encontré con un batiburrillo de muchas ideas en la cabeza y se me ocurrió que, a lo mejor, una buena forma de echarlas al aire era por medio de un blog.

¿Cuál es el propósito del blog?
Al empezar, mi blog era como un cajón de sastre, hablaba de todo un poco; música, series, universidad o lo que se me ocurriera, pero poco a poco, sin saber muy bien por qué, se ha ido centrando en dar cabida a mis intentos narrativos. Desde pequeña me ha gustado la lectura, escritura y todo este ambiente, pero nunca creí que sería capaz de escribir nada. Así que, resumiendo, creo que diría que el propósito de mi blog es demostrarme a mí misma que sí puedo.

¿Alguna experiencia o anécdota destacable como blogger?
Toda la experiencia es destacable, no sé. Todo me parece increíble; que haya gente que disfrute leyendo lo que escribo, que le den al botoncito de hacerse seguidores de mi blog, que me escriban comentarios desde la otra punta del mundo. Escribir y que a alguien le guste. Todavía hoy no me lo creo.

¿Qué esperas del blog en el futuro?
Espero que la gente no se canse de leerme, espero ser capaz de mantenerme y seguir escribiendo. Realmente, con que siga como hasta ahora me doy por plenamente satisfecha.

¿Cómo es la persona que hay detrás de este blog?
No sé, normalmente alegre, melancólica a ratos, rara casi siempre, extraña por momentos, de gustos estrambóticos, positiva cuando puede, llorona si se atreve y malhumorada cuando no le queda más remedio.
Y sí, decir esto es como decir nada, pero hablar de mí nunca fue lo mío.

¿Qué dirías a los bloggers que empiezan?
Que adelante.

el hueco de tu ausencia

Me gustaba cuando se cruzaba de brazos en mitad de la calle y decía ¡beso! Como exigiendo una compensación por alguna de las insolencias que a veces se me ocurrían decir, como que me gustaban las películas sangrientas o que detestaba a los gatos.

Me gustaba que fuese como una niña pequeña, que corretease a mi lado como intentando alcanzar una bolsa de gominolas de mi mano, con la misma emoción, ¿sabes?

Me gustaba que fuese como una niña, sí, pero una traviesa, que se despertaba entre mis sábanas rebosando sensualidad y con ojos lujuriosos que me miraban como mira agazapado tras un arbusto un cazador a un ciervo. La diferencia es que lo que para el ciervo sería agónico dolor, para mí sería orgásmica culminación de la cual acabaría descansando acurrucado en sus abrazos. Mientras el ciervo exhalase su último aliento, yo me quedaría ahí, oliendo su champú de frutas del bosque de la sección de niños del supermercado, porque era así. Como una niña. Una niña grande e inocente, pero con alto contenido erótico y un tanto obsceno.

“¿Y qué si digo que puedo esconderme en tu pelo y quedarme a morir allí?”

-Después de mi vendrá otra, lo sabes - Me dijo, con su caída de ojos dominando el universo.

“Después de ti, vendrá tu ausencia. Y con ella el vacío del sofá oliendo a tus camisetas de dormir, y con él vendrán las madrugadas prediciendo el futuro en tus arrugas”.

-No lo sé - contestaba, admitiendo su hegemonía.
-Yo siempre te querré.

“Y yo a ti, por mis inviernos en tu risa, por tus besos de tornillo a mi antipatía”

-Sí…

Me gustaba que en sus pantorrillas se acabara el mundo y en su boca comenzaran mis mañanas.



**Gracias. Por echarme un cable (o más de uno). Por ser tan estupendo. Y diría algo más pero sería blasfemar ;)
Por ser Lázaro Suárez.

y tú dejándonos pasar...

Quiero que cierres los ojos.
Así, muy suavito
y muy despacio,
como si te fuese
la vida en ello.
Como si notases
que algo muy importante
está a punto de pasarte.
Como si la presión
no te dejase
ni respirar.

Y quiero
que sientas
cómo el aire
recorre tu rostro
y que sientas
mi respiración
a centímetros
de tu piel.

¿Lo estás haciendo?

Vale, parece que funciona.
Ahora
quiero que sientas
mis manos
entre tu pelo
y mis caricias
en tu espalda.
¿Me sientes
tan cerca
que notas
mi pulso?
Entonces vamos bien.

Y ahora
pasemos
a lo importante.

Concéntrate
mucho.
Déjate llevar.
Y, ahora, imagina
que mis labios
acarician tu mejilla
y se posan
suavemente
sobre las esquinas
de tu rostro.

¿Te recuerda a algo
lo que sientes?

A mí me recuerda
a tus besos,
al hormigueo que
me recorría
cuando me rozabas.
Sí, no sé.
Me recuerda
a las maripositas
que sentía por dentro
y que, por una vez,
no me disgustaban.

Y, a ti ¿a qué te recuerda?


**Y como sabiamente afirmó Angérica “Yo creo que si no soy cobarde, no es porque sea valiente, sino porque no podría vivir siendo cobarde”.

21

¿Sabes esa sensación de sentirte tan pequeña como el agujerito de un alfiler?
Si, tan insignificante como una mota de polvo chocando contra una pompa de jabón.
Tan mediocre como una miga de pan aplastada entre los dedos.
¿Lo sabes?

Yo me siento así todos los días. Como ínfima, ridícula y despreciable.
Como si fuese tan fácil odiarme y tan, tan difícil quererme.
Como si nadie fuese capaz de quererme.
Como si viese mi existencia a través de una pecera y pensase: “Madre mía, qué asco sería ser ella”

Pues sí, todo un asco ser yo.

Porque soy imbécil,

confiada y a la vez desconfiada,

idiota

estúpida

tonta

insensata

inocente

ilusa

ingenua

imprudente

irreflexiva

irracional

absurda

ilógica

tonta, tonta, tonta.


Si, no sé, muy fácil odiarme y muy difícil quererme.

En resumen.

Sólo me apetece...

Abrazarte hasta que la delgada línea de oxígeno que nos separa desaparezca por completo.

Mirarte hasta que mi cristalino lo desenfoque todo menos a ti.

Hablarte hasta quedarme sin voz.

Besarte hasta que los labios me quemen al contacto de tu piel.

Acariciarte hasta que la huella dactilar desaparezca de mis dedos.

Escucharte hasta hacer de tu voz la banda sonora de mi vida.

Quererte hasta que duela.

Y, sí. Parece que ese es el plan.

3' 57''

Y vivir la vida a cada 3 minutos 57 segundos.

Sí, no sé si me explico.

Que ahora pienso esto y dentro de 3 minutos 57 segundos, pienso justo lo otro.

Y parece que lo primero ya no tiene ni sentido.

Y hay minutos que parece que el corazón se me sale por la boca.

Pero luego llega el cerebro y me lo mete otra vez para dentro, hasta el fondo, donde no lo sienta. Ni lo oiga.

Y yo me quedo en medio, mediando entre los dos. Yo.

Y el Ello mi corazón.

Y el Superyo mi cabezota estúpida.

Y el Yo se acurruca en una esquina sin poder decidir, sin siquiera poder moverse.

Y la única fuerza que encuentra la usa para comparar su interior a las teorías de un austriaco chiflado.

Y hasta ve sentido donde nunca antes lo vio.

La niña que se quiso meter en la boca del lobo III

- Silvia, Silvia – dijo entre suspiros - ¿por qué eres tan bonita?
- No lo sé, ¿lo soy?
- Pues claro. Más que la luna llena entre las nubes o la luz del arcoiris – La agarró entre sus brazos y comenzó a besarle el hombro - Tanto como este triángulo de lunares que tanto me encanta, no sé, tanto como todo lo que más me gusta en el mundo.
- Eres un exagerado.
- Soy feliz, denúnciame.
- Yo también soy feliz…
- ¿De verdad? Nunca lo habría dicho, es difícil pensar que puedas ser feliz teniendo en cuenta que planeas eliminarme de tu vida así como así.
- No te entiendo.
- Sí me entiendes. De sobra. ¿Cómo no me vas a entender si llevas meses con ese plan macabro en esa cabecita tuya?
- ¿De qué plan me estás hablando?
- ¡Silvia! No me trates como si fuese un imbécil.
- ¡No lo hago! De verdad que no sé de qué me hablas.

El sudor había empezado a caer a chorretones por la espalda de Silvia y el corazón le latía como si acabase de correr durante horas, respiraba muy deprisa y notaba una fuerte presión sobre el pecho. Sentía la mirada de él sobre su espalda y se agobiaba sólo de pensar en la discusión que se había originado sin tener ni idea de por qué.

- ¿De verdad no quieres volver a recordarme nunca?

En ese momento Silvia se despertó sobresaltada. Miro a su alrededor y vio que el reloj marcaba las 4.32 de la madrugada.
Otro sueño más.
Otra pesadilla más que no sabía si encajar como un mensaje cifrado de su inconsciente gritando desesperado que no lo hiciese o si no era más que un último intento de él de no escapar de su memoria.

qué le voy a hacer

Me apetece… hacerme pequeña, pequeña, pequeña; dejar de existir prácticamente. No sé, me apetece qué Kafka coja mi vida y haga de mí un bicho insignificante y mediocre y retorcerme en la cama hasta morir. Eso me apetece.

O desaparecer entre los recovecos de una lechuga y que toda mi existencia se reduzca a moverme entre sus pliegues, como si la vida sin escarola no fuese vida.
Como si la vida sin ti no fuese vida.

No sé. Me apetece… dormir hasta las mil, sonreír todo el día como una boba y columpiarme entre tus pestañas en los días de verano.

Me apetece que este día acabe ya, que el concierto de Quique no haya sido maravilloso, que deje de llover y que se me quite el mal humor.

En fin,

una mierda;

que me apetecen muchas cosas

y de todas ellas

no tengo n i n g u n a.



**Apetencias escritas con banda sonora de Soke. Que me anima guitarra en mano :)

Todo es feo y tan horrible

El color se esparcía homogéneamente a lo largo de toda la superficie, llegaba hasta la línea que limitaba las fronteras y volvía hacia el interior coloreándolo todo de forma intensa. Los movimientos eran suaves y delicados pero dejaban ver la firmeza de quien sabe lo que hace. No se salía ni un ápice de su ruta, no temblaba lo más mínimo.
Era frente a aquel espejo cuando mejor se sentía, aunque sería más acertado decir que era frente a aquel espejo cuando sentía algo at all.
En sus manos, la barra de labios pronto cumplió su función y volvió resignada al fondo del cajón, donde pasaría meses hasta volver a ser usada.

Aquella noche salió hasta perder el sentido, hasta olvidarse de todo cuanto la rodeaba.

Cuando llegó a la segunda copa ya había olvidado su trabajo, la compañera que le hacía la vida imposible, el jefe que le echaba el aliento en la cara y las horas encerrada en un antro sin luz.
A la quinta bebió un Gin Tonic que, bajando por su garganta, se llevó por delante la enfermedad de su madre y su último atisbo de racionalidad.
Un trago más y no recordó al que un día fue el amor de su vida y que ahora seguramente se revolcaba entre las sábanas de algún hotel de carretera con una mujer de mala vida. Y con él, también se emborronaron todos los intentos fallidos que hubo después.

Entró en los baños y, tras demasiado tiempo en ellos, salió eufórica, abrazando a todo aquel que se cruzaba en su camino, hasta que uno la abrazó más de la cuenta y se la llevó a un rincón oscuro, mugriento y solitario del lugar.
Hallándose él en pleno éxtasis sexual comenzó ella a sentir una sensación extraña a la vez que familiar. La cara de él se volvió brillante y comenzó a difuminarse con el ambiente. Miró al fondo para ver que todo parecía desintegrarse en una masa uniforme de color blanco brillante. Sintió que las piernas le fallaban y acabó cayendo al suelo.

Era ese momento el que la hacía sentirse bien. El momento antes de perder la conciencia, el momento en que sabía que durante un buen rato no iba a volver a pensar o, más bien, sufrir, pues ella ya no pensaba, sólo sufría.
Se despertaría al día siguiente echa un desastre y se iría directa a la cama, a seguir no pensando.

Si se despertaba.

Plato frío con tu nombre


Queridos amigos, gourmets de aquí y allá, amantes de la cocina en general. Sin duda el plato que hoy les presentamos no será a gusto de todos. Cae pesado al estómago y es de difícil digestión. Aun así, y a pesar de las grandes cantidades de hiel que requiere, puede llegar a saber muy dulce.

Dificultad: ***** (máxima)

Ingredientes para una persona:

- Una latita de rabia almacenada al vacío. Repetimos. Al vacío.
- Una gota de melancolía.
- Dos tazas de rencor.
- Tres cucharaditas de desprecio.
- Desilusión a discreción del cocinero.
- Un sobre de decepción.
- Dos kilos y medio de hiel.
- Un kilo de indiferencia.

Preparación:

Antes de comenzar, limpie bien su mente de recuerdos y elimine los restos de cariño que puedan haber quedado. Es fundamental para que el resultado sea el deseado.
Calentar a fuego lento el kilo de indiferencia junto con el sobre de decepción hasta que tome un regusto añejo y meditado. Una vez que ambos ingredientes están totalmente integrados, añadir las dos tazas de rencor y remover hasta obtener una masa odiosa y desdeñosa.
El resto de ingredientes han de añadirse ahora. Todos juntos. De sopetón. Como las sorpresas desagradables. Es importante, a la hora de hacer este paso, no utilizar lágrimas como sustitutas de la melancolía. A simple vista podrían parecer ingredientes equivalentes pero las lágrimas añaden un regusto a pena que no es el deseado.
Para que la cocción sea óptima se precisa mucho tiempo perdido e inexistentes ganas de esperar por cosas imposibles.
Una vez terminado, cuando los ingredientes ya se han hecho uno y crean una masa con textura de reproche y aspecto de venganza, ha de colocarse el resultado en un congelador por tiempo indefinido. Este plato ha de servirse muy frío.
Para paladares exigentes, acompañar con aliño de sarcasmo.


Sugerencia de presentación:





**Cocinado con ...Raquel Busca su Sitio... :)

Lovely Raquel

¿Alguna vez te ha pasado eso de ir por la calle y que pase un extraño que huele familiar? ¡ay! No sé, no me estoy explicando bien, a lo mejor ni siquiera es algo que le ocurra a la gente. Tal vez éstas cosas sólo me pasen a mí, y aquí estoy yo, contándotelo a ti como si fuera lo más normal del mundo.

A ver si me explico, yo me refiero a cuando vas caminando, o sentada en el bus, o da igual, como sea, y pasa alguien que huele a recuerdos, ¿me entiendes? Como cuando un día pasó una chica a mi lado que olía a ti cuando te ríes, y me acordé de aquella vez que fuimos a la playa todo el día, nos quedamos dormidos y se me quemó toda la espalda, ¿te acuerdas?

No sé si sabes a lo que me refiero, ¿nunca te ha pasado que, al abrir una bolsa de gusanitos, recuerdes el día aquel que fuimos al museo ese que tenía de todo menos cuadros y, cuando nos cansamos, nos tiramos en un banco a llenarnos las camisetas de miguitas amarillas?

Es que es muy difícil de explicar lo que quiero decir pero me pasa casi cada día. Sisi, como lo oyes.

A lo mejor voy tarde a clase corriendo por la calle, con el paraguas, la carpeta, el gorro cayéndoseme sobre los ojos, la bufanda casi en el suelo y ¡pam! Pasa un chaval que, es que no sé, huele a cuando fuimos al cine de 3D y a ti las gafas te quedaban tan grandes que parecías una mosca de ojos saltones.

O que a lo mejor me subo en el coche de quien sea y me huele a cuando fuimos a esquiar, y me acuerdo de cuando se te caía una lagrimilla por el ojo izquierdo porque hacía mucho frío y tú ibas sin gafas.

También me pasa a veces que, a lo mejor me preparo un té y me huele a cuando desayunábamos en la cama tostadas con café. Y fuera llovía y hacía frío y nevaba y la de mi madre. Pero dentro estábamos tan bien…
Me encantaban los domingos en la cama, y tu café y tus tostadas.
Me encantaba todo antes de que todo se fuese a la mierda.

A ver, que tampoco te emociones, no es que esto sólo me pase contigo, es generalizado y me pasa con cualquiera, lo que pasa que lo tuyo es tan recurrente que ya me da un poco de miedo. Sobretodo porque ya hace demasiado que no estás en mi vida, y es extraño.



**Ya ni se acordará de que se lo debía, pero de todas formas: Con mucho retraso y sin recordar muy bien si era algo así lo que debería haber sido; para Raquelita, la que busca su sitio.