ya no.


Tu cara. Tu cara en un halo de imaginación superlativa. Tu cara pegada a tu cuello pegado a tu cuerpo. Ahí. Con el viento acariciando tu pelo y entrecerrando tus ojos.

Tu boca susurrándome al oído las palabras más bonitas que puedo imaginar. Susurrándome que las nubes se licuan hasta empaparte el alma si yo no estoy a tu lado.

Y Plutón que se enfade porque ya no es un planeta y coja carrerilla para pegarle una patada a la luna, que deja de iluminar tus noches. Total – dices – no estás a mi lado para mirarte bajo su reflejo. Qué me importa si en lugar de la luna ponen una pelota de pin-pon gigante o un agujero negro que se lleve por delante y poco a poco todo lo que le rodea. Me importa más que me ciegue el brillo de tu pupila y me den los buenos días las puntas de tus dedos.

Y yo, regodearme en la necia felicidad que se me escapa por el pequeño espacio que hay entre mi carne y mis uñas. Dibujando flores en los edificios junto a los que camino cuando voy a verte.

Que por mí, encuentres la forma de terminar con la última mariposa del planeta. Aunque una humanidad y media te odie para siempre. Aunque pases a la historia como El Que Extinguió A Los Únicos Insectos Que Molaban. Y que yo te diga que no saben lo que dicen, que si hay un insecto que mole, ese es la mariquita. Y que me mires y sonrías, pensando que podrías beber tequila en mis hoyuelos.

Si. Tu cara en un halo de imaginación superlativa. Tus ojos color bosque. Tus manos.

Todo eso me imagino.

Y si dicen que la realidad supera la ficción, a mí me esperan las historias más elaboradas del planeta.  

perdón.

Tus besos me saben a los mil demonios que se alojan en tu esófago, que clavan sus uñas en tus entrañas y sacuden mis intestinos cada vez que, a través de ellos, me llegan tus alientos.

Y los pájaros que una vez llenaron mi cabeza le sacan los ojos y el alma a todas las ideas bonitas que un día poblaron el cielo de lo nuestro. Vuelan como aves carroñeras a su alrededor, hurgando hasta lo más hondo de la cuenca de sus ojos para llegar allí donde se aloja el dolor y picotearlo intensamente.

Las mariposas de mi estómago, que creyeron ser capaces de hacerme volar, de subirme tan alto como para ver el mundo entero bajo mis pies y los tuyos, ahora se han convertido en polillas feas y peludas que no se mueven de las paredes de mi interior, cubriéndolo todo de un marrón rancio y sin vida.

Y el segundero de mi reloj se ha oxidado desde que dejó de contar los instantes para volverte a ver y empezó a llevar la cuenta de las horas malgastadas a tu lado, que fueron tantas, tantísimas que el calendario se ha vuelto loco y se ha parado para siempre en el mes más frío del año.

El corazón ha perdido su función y ha dejado de latir emocionado al ir junto a ti. Ha perdido su fuerza como un globo lleno de helio que, después de la fiesta, se cae a tus pies para que lo pisotees cuando te vas. Después de ser manoseado y magullado por patadas y reveses, tú aciertas a dar el golpe más certero que termina con él de una vez por todas. Y tu felicidad empieza a desvanecerse, dejando de ser el reflejo de la mía para empezar a ser el reflejo de mi rabia y mi odio.

Porque tu mundo sólo tiene sitio para ti.

…y todo lo que te quise, ahora se llame desamor.



** Batallas y Momentos