En la mesa

Sobre la mesa, su taza de té a medio empezar le lanzaba reproches en silencio. Sus intenciones al iniciar aquella conversación probablemente fueron las más inocentes, pero habían desencadenado una discusión que estremeció los cimientos más profundos del edificio. Había comenzado la conversación mientras se tomaba el primer sorbo de té pero, cuando llegó la hora de dar el segundo, la discusión ya era tal que la taza había sido relegada a una esquina de la mesa.
En su regazo, el libro que estaba leyendo antes de que ella llegara estaba a punto de cerrarse, perdiendo la marca de su lectura. No quiso recoger la pequeña tarjetita con la que solía señalizarlo de encima de la mesa. No quería que pensara que no le importaba la conversación.
En su oído, aún permanecía un pequeño eco de las últimas palabras que le había dirigido antes de callar y mirar al suelo. Palabras que había lanzado cual cuchillos afilados que lograron dar justo en el blanco.
En su corazón aún seguía, vívida y firme, la imagen de aquella primera noche en que la conoció. Sus ojos brillaban con un tono especial bajo la luz artificial. Su pelo, rubio y suave, se agrupaba en una sencilla coleta que dejaba escapar algún que otro mechón hacia la cara.
En su mente aún era capaz de reproducir las mismas sensaciones que le embargaron la primera vez que olió su perfume. Aquellas maravillosas sensaciones.
En sus ojos vio que aún no había terminado. Quería decirle más. Mucho más.

Mateo

Maravilloso,
Adorable,
Tierno,
Extraordinario,
Ojos (sí, así sin más, por esa mirada ^^)



Cuando Mateo te mira mal, tú sonríes.
Cuando te aprieta el dedo con su diminuta manita, tú sonríes.
Cuando respira, tú sonríes.
Cuando se duerme, tú sonríes.
Cuando come, tú sonríes.
Cuando cambia la cabecita de lado, tú sonríes.
Cuando levanta la cabecita, tú sonríes.
Cuando abre la boquita, tú sonríes.
Cuando abre un ojo sí y uno no, tú sonríes.
Cuando se estira, tú sonríes.
Cuando hace pucheritos, tú sonríes.
Cuando acaricias su mejillita, tú sonríes.
Cuando él sonríe, tú sonríes.
Ohhh, Mateo!



Suspiro de felicidad

Dices que te gusta despertarte a media noche y observarme mientras duermo. Que te calma, te relaja. Te gusta imaginar lo que puedo estar soñando; te gusta imaginar que, cada sonrisa inconsciente que mi boca dibuja, es debida a tu presencia en mi inconsciencia.

Respiras con cuidado e intentas no moverte pero, a veces, no puedes aguantarlo y una caricia escapa de tu mano aterrizando en mi cabello. Suavemente, retiras un mechón de pelo que estorba mi frente y, asustado, ves cómo me estremezco y me muevo, pensando, mientras subestimas la profundidad de mi sueño, que despertaré en cualquier momento.

Tu miedo a despertarme es tan grande que te privas de abrazarme y te conformas con sujetar débilmente mi mano entre las tuyas.

Lo que nunca te he dicho es que, cuando tú te despiertas y me miras, yo ya hace tiempo que me he desvelado y espero, impaciente, que tu lado de la cama se empiece a revolver, indicándome así que tu sueño ha terminado.

Porque, así como a ti te encanta verme dormir, a mí me encanta oír tu tenue respiración junto a mi mejilla mientras cierro los ojos, dejando escapar alguna de esas sonrisas que tanto te gustan y revolviéndome de vez en cuando si me rozas. Alimentando así esa fantasía tuya en la que eres el protagonista de mis sueños.

Hago esto, porque me gusta la felicidad que desprende tu mirada cuando te levantas por la mañana, aún a pesar de no haber dormido nada. Lo hago, porque tal vez no seas protagonista de mis sueños, pero lo eres de mis pensamientos. Y las sonrisas que dejo huir de mi rostro no son forzadas, sino que escapan, libres, cuando siento tu mirada sobre mí.

TV Series. The IT Crowd

Hacía tiempo que quería hacer una seccioncilla de series pero ni se me ocurría un nombre, ni sabía cómo empezar ni nada de nada...Pero ésta oportunidad no se puede dejar pasar, así que el nombre más sencillo que se me vino a la cabeza me vale, con tal de aprovechar. Y es que, qué mejor momento que éste para estrenar una sección de series; qué mejor momento que la semana en que vuelve la grande, la maravillosa, la extraordinaria, la genial (...) The IT Crowd!!!

Y tienen el honor de inaugurar ésta sección porque los 12 capitulos emitidos hasta ahora siguen en los primeros puestos de la lista "últimos archivos utilizados" de mi ordenador. Porque me siguen cayendo lágrimas de risa cada vez que veo a Roy a punto de "morir" por un teléfono movil (o cuando lo veo utilizando el baño que no debería, o con los labios pintados, o atascado bajo una mesa, o publicando un anuncio en Lonely Hearts.com...). Porque no soy capaz de aprenderme la matrícula del coche pero no tengo dificultad recordando 0118 999 881 999 119 725..3. Porque me gustaría parar un taxi al estilo de la Jen Soviética (o cualquiera de las demás veces que grita TAXIIII). Porque ver a Richmond tras la puerta roja casi me hizo explotar. Porque Denholm diciendo "nice screensaver" no tiene precio (ni nada de lo que vino después). Porque el mejor video corporativo que he visto hasta ahora es el de Douglas. Porque ninguna visita moló más que la de la tía Irma. Porque Moss hablando de la guerra de Irak..... (los puntos suspensivos hablan por sí solos).

The IT Crowd - 3ºTemporada - 21.11.08 DOS DÍAS!!!!

[Algún día me curraré otra entrada con videos de todos los grandes golpes que tienen el trío informatico (y diciendo más del pobre Moss, que casi no lo nombré, y eso es imperdonable)]

Vino

Camina despacio. Nadie le espera en ninguna parte.
Hace frío y es temprano; el gélido y madrugador viento ha empezado una batalla en su contra en la que solo consigue aguantar gracias a un desgastado abrigo que, forrado de tupida lana, impide el paso a su implacable enemigo.

Su paso sigue un ritmo irregular, vacilante, tambaleándose en forma de casi imperceptible letra S. Apenas puede recordar cuándo fue la última vez que caminó de forma firme y decidida; el tiempo en que caminar por la calle tenía un objetivo; cuando caminaba y sabía a dónde iba…y alguien le esperaba.

Piensa en el pasado. A veces lo hace; se acuerda de su barrio, de su ciudad, de su familia, de su trabajo, de las decisiones que le llevaron a ese momento exacto. En realidad, no son pensamientos muy recurrentes…poco a poco su mente ha aprendido a esconder aquello que le hace daño.

Llega a la plaza para ocupar el frío banco de madera que ha sido su compañero durante los últimos meses. Saca un cartón de vino de la bolsa de papel que llevaba bajo el brazo, lo abre y echa el primer trago de la mañana. El alcohol casi se ha convertido en una extensión de su organismo, el tabaco en una extensión de su mano. Hacen que el día pase más rápido, hacen que todo se vuelva borroso.

Se siente tan solo que habla con todo aquel que se preste a escuchar alguna de sus historias entre las que, en ocasiones, deja entrever atisbos de lo que fue su vida y de lo que ahora es. Breves atisbos que hacen estremecer el oído de quien escucha.

En ocasiones llora, otras ríe, mientras la gente pasa a su alrededor mirándole, a veces con recelo, y a veces con compasión.

Sus mañanas y sus tardes desfilan ante sus ojos entre breves conversaciones, rápidos tragos y alguna lágrima que escapa, rebelde, recordándole quién es.


**Porque el señorín de la plaza de la facultad provoca en mí miradas de compasión y no recelo. Tal vez porque así veo su vida, tal vez porque esto es su realidad. Tal vez por un exceso de sensibilidad o por falta de juicio o quien sabe por falta de qué.
Un señorin que, con cada baile que protagoniza, me estremece un poquito más por dentro.

Llaves

La diminuta habitación se vio violentamente despojada de todo lo que poseía, y nunca supo por qué…

Rebuscaba precipitadamente en el fondo del cajón. Entre sus manos, papeles y sobres caían sin prisa en el suelo mientras sus ojos se encendían cada vez que creía haber encontrado algo valioso.
Tras llegar al fondo del cajón un resoplido inundó la habitación y, desesperado, miró a su alrededor para descubrir en qué había transformado el dormitorio. El suelo, convertido en un desierto formado por hojas, periódicos y algún que otro disco antiguo, apenas permitía ver el color de la alfombra. Las dos puertas del armario abrían sus fauces de par en par dejando ver sendas hileras de perchas vacías. Perchas que, tras un implacable e iracundo saqueo, se habían visto desnudas, con la ropa amontonada a sus pies formando una pequeña montaña sobre la firme base que ofrecían sus zapatos

…raídos, deteriorados y gastados.

Toda la energía que le había llevado a desmontar el cuarto entero se desvaneció y, de repente, sintió como sus piernas flaqueaban y una intensa debilidad se apoderaba de su cuerpo. Retrocedió un par de pasos hasta que su pie derecho tropezó con el borde de la cama, se inclinó y trató de sentarse en ella pero, al igual que el resto de la habitación, ésta no había escapado del ataque indiscriminado de toda clase de objetos. Sobre una colcha morada, más papeles de diferentes formas y colores, formaban un decorado que bien podría clasificarse de arte abstracto. Apartó un par de cuadernos y algunas hojas y se sentó, presa del miedo y la incertidumbre.
El teléfono empezó a sonar en la habitación de al lado, crispando más aún su ya delicado estado interior. La idea de responder al aparato ni siquiera cruzó su mente; sólo había dos opciones, por un lado quien llamaba podía ser un impaciente operador que intentaría convencerle para cambiar de compañía telefónica. Por otro, el constante timbre podía tener origen en el compañero de trabajo con quien compartía cada día el viaje en coche a la oficina. En realidad, ninguna de las dos opciones era buena.
Buscando las llaves para salir de casa en dirección al trabajo fue cuando esa horrible sensación lo desbordó expulsando al exterior toda la furia acumulada

…durante tanto tiempo.

Y en ese preciso momento había decidido no ir a trabajar, y era por ello que no le veía sentido a contestar el teléfono. Pero sí a desconectarlo.
Echó otro vistazo a su alrededor y, tras respirar profundamente un par de veces, apoyó las manos sobre la cama y tomó impulso para después levantarse suavemente. Caminó entre los papeles, pisándolos en algunas ocasiones y arrastrándolos bajo sus pies en otras.

…todo parecía insustancial, ínfimo, ridículo.

Atravesó la puerta y automáticamente giró a su derecha para entrar en la habitación contigua. Apenas estaba amueblada, sólo un solitario sofá acompañado de una pequeña mesita decoraban cuatro blancas y frías paredes. Ni siquiera unas cortinas impedían a los vecinos ser testigos de su triste existencia

…lúgubre, lamentable, trágica.

Desenchufó el cable del teléfono y, sólo entonces, reparó en el pequeño y único cajón que poseía la mesita. Lentamente, todo su cuerpo se orientó en dirección al pequeño mueble junto al cual había dormido tantas veces. Alargó la mano suavemente y tiró del cajón asomándose a su interior. Allí, en el fondo, una esquina verde asomaba entre una calculadora, un cargador de móvil y un par de libros. Introdujo la mano y, cuando tiró de él, un arrugado y marchito sobre se dejó ver. Sobre que había conseguido olvidar por tanto tiempo y que había vuelto a su memoria sólo por el simple hecho de no encontrar su llavero.

…desastrosa fatalidad...

Sus manos, acostumbradas a manejar aquel pequeño trozo de papel, realizaron los mecánicos movimientos que apenas se habían oxidado con el tiempo. La fina y delicada hoja le golpeó la memoria como si de un taladro se tratara al enseñarle la cuidada caligrafía que tanto se había esforzado en olvidar.

…casi conservaba su olor en el interior.

Quédate

La rectangular ventana de la puerta emitía una luz mortecina que iluminaba mustiamente una esquina del suelo. La puerta, entreabierta, dejaba escapar sonidos enlatados de ordenador intercalados con sordas carcajadas que retumbaban en la garganta de un espectador ansioso por descubrir algo original entre la monotonía de la programación matinal.

Desde el pasillo, la joven, cabizbaja y nerviosa, echó un rápido vistazo al interior para asegurarse de que no había nadie más y, tras respirar hondo un par de veces, llamó a la puerta, pasando a su interior tras oír un leve “pase” que la invitaba a entrar.

Una vez dentro, sólo el incesante ruido de la lluvia en el tejado los acompañaba. Eso, y la irritante voz del presentador de un programa que prometía a su audiencia un sinfín de experiencias únicas que sólo vivirían si se quedaban pegados al televisor.

Una mano alcanzó el interruptor que apagaba el aparato…

Ipod Review II. Russian Red

Russian Red es Lourdes Hernández, madrileña de 22 años que lleva en la música desde los 16, pegando brincos por el myspace, y llegando a la fama este último año con su disco "I love your glasses".
En su myspace podeis escuchar sus canciones de estudio, así que, para no repetir, aquí os dejo un video de ella en directo cantando "timing is crucial".
Además de cantar, Lourdes es la imagen de la marca de ropa KLING, y su música ya se ha oído en más de una película y algún que otro anuncio como el de Häagen Dazs. Y, todavía más, Russian Red forma parte del movimiento Live in the Living, en el que diferentes grupos ofrecen conciertos en salones de casas particulares.
*Timing is crucial, por Russian Red

*Anuncio Häagen Dazs

**No te la pierdas el 25 de noviembre en el festival internacional de cine de Gijón.