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* No entiendo cómo puedes llevarlo tan bien.
- ¿Por qué? Cuanto antes se supere mejor, ¿no?
* Pero si es que no han pasado ni unas semanas y, si yo lo paso mal…A la fuerza tú tienes que sentirlo aunque sea un poquito.
- Es que no hay nada que sentir, amigo mío. Desde mi punto de vista todo está donde debe estar.
* ¿Me estás diciendo que no echas nada de menos? Las conversaciones antes de dormir o las visitas inesperadas, no sé… Los abrazos, el teatro, las cervezas en el bar, lo que sea.
- Ya sabes que a mí eso nunca me afectará, lo sabes desde el principio. No sé de qué te sorprendes.
* Me parece que me engañas. No tiene sentido, es imposible que yo aún esté por los suelos y tú estés como si nada.
- Tiene sus pros y sus contras. Yo nunca experimentaré la intensidad con la que tú sientes las cosas y, en ocasiones, querría poder hacerlo en lugar de quedarme ahí como un monstruo sin emociones.
* ¿Cómo podrías querer lo que yo tengo? ¿No ves que a mí me afecta hasta la muerte de una margarita?
- Por lo menos, al final de nuestros días, tú podrás decir que has sentido la vida en su esencia. La has palpado de cerca, la has sufrido, llorado, reído. La has padecido, aguantado y disfrutado. La has exprimido.
* Exacto. La habré padecido, en ocasiones con consecuencias que me dejarán cicatrices de por vida. Y me tirarán cuando haya tormenta y me acordaré del dolor y volveré a sufrir. Y mientras tanto tú estarás ahí, en tu mundo, dibujando sonrisas en las nubes.
- No en todos los casos. Habrá veces que me cueste más que otras, pero hoy en concreto es cierto que no me cuesta. Sé que todo lo que ha pasado ha sido lo que tenía que pasar y por eso no me preocupa lo más mínimo. Hemos hecho lo que teníamos que hacer, de eso puedes estar seguro.
* Entonces, ¿por qué narices duele tanto? Y, ¿qué hago yo con este dolor punzante que se me clava en lo más hondo? ¿Cómo salgo de ésta?
- Para eso tendrás que apoyarte en mí, amigo mío. Y escuchar mis argumentos las veces que haga falta porque, en algún momento, acabarás creyéndotelos tú también, como me los creo yo.
* Espero que tengas razón. De verdad que sí. No quiero que su recuerdo me torture para siempre.
- Y no lo hará, si yo puedo evitarlo.


Y el corazón suspiró resignado mientras el cerebro asentía convencido.

.me.gustas.

Querría poder decirte todo lo que se me pasa por la cabeza cuando se me pase por la cabeza.
Todo.
Que no soporto que me toques la nariz cuando te acercas y me besas.
Que por las mañanas nunca quiero que te vayas.
Que pasaría el resto de mis noches a tu lado y nunca me dormiría.
Que me encantan tus ojos bajo el reflejo de mi lámpara.
Que desaparece la habitación y todo alrededor cuando tú llegas.
Que quiero que me abraces sin dejar sitio para el aire.
Con tanta fuerza que nos cueste respirar.
Con tanta pasión que se desintegre todo alrededor.
Que se fundan las yemas de mis dedos al contacto con las tuyas.
Que acaricies mi pelo hasta que me atonte en tu mirada.
Que veas en mí lo que una vez yo vi en ti.
Que quiero que sueñes con mis ojos negros.
Que adoro el tacto de tu piel contra la mía.
Que el mundo se me hace pequeño
y las palabras insignificantes cuando sólo quiero decir
que te quiero más que Julieta a Romeo.
Que por ti no muero una vez.
Muero mil.

Que me gustas.
No.
Que me encantas.

rojo piruleta

Se me erizan
si me miras
hasta los pelillos
de la nariz.

¡Ay! Y el coranzoncico,
que me late más deprisa
que un avión al despegar
¡ay, ay, ay!

Me acelero toda entera
cuando me acaricias el bracito
que, mira lo que te digo:
hasta el cúbito se me altera.

Y las piernas, ay las piernas
cómo me tiemblan
al sentarme ahí al ladito
rozándote to’ entero.

Me coges la manita
y me pongo entera tonta
y se me ponen los mofletes
de color rojo piruleta.

Y los ojillos se me quedan
del tamaño de dos platos
cuando con un besito
me sorprendes de repente.

Se me para el cuerpo entero
Cuando me vienes por la espalda
Y así, como de la nada,
De golpe me abrazas.