La niña que se quiso meter en la boca del lobo.

Entró en un local oscuro y siniestro. No llegaba a ser un bar, aunque no se sabía muy bien por qué no lo era. Parecía más bien un lugar de reunión para personas sin vida. Unos cuantos individuos se congregaban a lo largo del lugar y se dieron la vuelta al verla llegar.

Seguía a Salas, un matón de metro noventa y siete y torso de casi un metro. Se hizo el silencio mientras atravesaban el recinto y todos los siguieron con la mirada hasta que llegaron a la puerta del fondo. Tras ella, un pasillo estrecho, sin apenas luz y lleno de humo se perdía ante sus ojos. Lo recorrieron y los zapatos de ambos retumbaron con cada paso.

No habían mediado palabra desde que se habían encontrado hacía un rato en una calle muy poco transitada de la ciudad. Salas ni siquiera se giró una vez para asegurarse de que seguía allí; simplemente caminaba con el convencimiento de que así era.

Pasaron frente a varias puertas antes de que, por fin, Salas parase delante de una más oscura que las demás y asintiese, indicándole que habían llegado.

Traspasó el umbral de madera y llegó a una sala amueblada sólo con un sillón individual y una mesa pequeña situada a su derecha con un vaso de Whisky sólo y un cenicero. Apenas estaba iluminada, sólo un par de bombillas cubrían la estancia de una luz mortecina y lúgubre. El humo apenas permitía distinguir las formas y sólo tras unos segundos se dio cuenta de que, repartidos por la habitación, había diferentes imitaciones del hasta hacía poco original Salas.

Desde el sillón un hombre la miraba con una media sonrisa que inquietaba más que reconfortar, como suelen tener por costumbre las sonrisas.

Salas#2 apareció de repente tras ella y la empujó ligeramente para que se acercase al hombre. Una vez cerca, pudo estimar que no llegaría a los 60 años pero tampoco andaba muy lejos. Su piel tenía aspecto áspero y daba la impresión de que podría llegar a raspar si se tocase con la suficiente intensidad. No era muy corpulento, más bien era menudo y de manos huesudas. Nunca se habría imaginado que la imagen de Ferrás pudiese ser tan decepcionante, tan…parecido a la de cualquier abuelo sentado en un banco del parque.

- Según me han dicho, llevas meses intentando llegar aquí – dijo con una voz no demasiado profunda pero sí lo suficiente para intimidar a quien hiciese falta.
- No es fácil encontrarte. Sólo hice lo necesario para conseguirlo.
- La mayoría abandona en el intento, pensé que tú harías lo mismo. ¿Realmente necesitas lo que me han dicho?
- Con todas mis fuerzas. Pagaré lo que haga falta.
- Una vez que te vayas no habrá marcha atrás. ¿Por qué no te lo piensas antes de que te puedas arrepentir?
- No lo necesito. Antes de empezar a buscarte ya lo pensé lo suficiente. Ahora sólo quiero lo que pido - Y cuando dijo esto posó un fajo de billetes junto al vaso de Whisky.
- De acuerdo. No seré yo quién te haga cambiar de idea. Buscaré a alguien dispuesto a hacerlo y cuando lo encuentre Salas te buscará. Él te llevará a donde haga falta y – devolviéndole el dinero – le pagarás a él.
- Gracias
- No hay de qué, muchacha, no hay de qué.

***


Caminaba tranquila dando un paseo y, cuando quiso darse cuenta, notó que la seguían. No se asustó; ya había pasado una semana y media desde su encuentro con Ferrás y suponía que no tardaría mucho más en recibir noticias.

Miró hacia atrás disimuladamente y comprobó que, de cerca, caminaba Salas. Se aseguró de que llevaba en el bolso lo necesario y, sin titubear se subió al coche oscuro que paró a su lado.

Condujeron hasta las afueras de la ciudad durante al menos una hora para el final de la cual ya estaba completamente perdida y pensando que, si paraban el coche y la echaban a patadas no sabría ni en qué dirección caminar.

Se bajaron en una nave industrial que parecía abandonada. Salas se quedó de pie junto a la puerta del coche y, con un gesto, le indicó que podía pasar. La puerta por la que entró daba a un pasillo oscuro que se abría al fondo dando paso a una habitación con un foco de luz. Se dirigió hacia allí convencida para ver, al llegar, una mesa de operaciones destartalada y una pequeña zona que hacía de falso despacho donde la esperaba un hombre un tanto demacrado, con barba de varios días y ojos cansados.

- ¿Eres Silvia?
- Sí.
- Siéntate.
- Me parece que la edad empieza a pasar factura a Ferrás y ya no sabe lo que dice. Tendrás que volver a explicarme qué necesitas para que la historia que tengo ahora mismo en la cabeza no suene de locos.
- Es probable que, aún así, le suene a locura.
- Intentémoslo.
- De acuerdo. Si usted es médico, es posible que halla oído hablar del paciente H.M. Un sujeto que sufría episodios epilépticos desde los 10 años.
- Es posible, pero no lo recuerdo.
- Entonces se lo contaré. Cuando H.M tenía 27 años, se sometió a una operación que tenía como objetivo solucionar esas crisis epilépticas. Para ello le extirparon bilateralmente partes del lóbulo temporal medial. Fue la primera persona que se sometió a esta operación, y también debió ser la última.
- ¿Desaparecieron las crisis?
- Desde luego que sí. Lo malo fue que tras la operación se descubrió que había quedado afectado por una amnesia profunda.
- Empiezo a pensar que puede que Ferrás no esté tan loco como pensaba.
- Ya se lo advertí.
- ¿Qué es lo que me estás pidiendo, niña?

Silvia sacó un papel del bolso y lo desdobló sobre la mesa descubriendo una foto de un cerebro humano.

- Quiero que me abra el cráneo y me haga una lesión como la de H.M. Que me estirpe la amígdala entera si hace falta y el hipocampo, y todo lo que sea necesario.
- Pero, ¿te das cuenta de los efectos que tendrá esto en tu vida? Es una locura.
- Tal vez sea una locura pero ya lo he decidido y si he acudido a Ferrás es porque sabía que me proporcionaría a alguien que me operase sin rechistar. ¿Lo he encontrado o no?
- No puedo rechazar un trabajo pero ¿no te das cuenta de que sólo eres una niña? Tienes toda la vida por delante, ¿qué te ha pasado para recurrir a una medida tan desesperada?
- Lamento decirle que eso no es de su incumbencia. Yo sólo quiero que alguien me opere sin más y quiero saber si va a ser usted ese alguien.
- Haré la operación pero espero que seas consciente de que una vez que salgas de aquí tal vez no seas capaz ni siquiera de formar nuevos recuerdos. Tal vez estés firmando la sentencia de muerte de tu consciencia.
- Prefiero una vida sin recuerdos que el resto de mi existencia con los recuerdos que tengo ahora.
- Bueno, por lo visto no puedo decirte nada más salvo que cometes un grave error.
- En ese caso, es toda una suerte que no haya venido aquí a pedirle consejo.
Y en toda la sala se hizo un silencio escalofriante. Como si acabasen de descubrir los cuerpos mutilados de 50 hombres muertos. Y en medio del silencio ellos dos se miraron.

12 comentarios:

Noviembre dijo...

O.o




Quiero mássssss!!!!

Noviembre dijo...

P.D.: gatínnn!

Yopopolin dijo...

muy bueno!!! te he dicho alguna vez que no dejes de escribir nunca?? pues ahora te lo digo... a puedes ir quitando eso de "intentos narrativos" porque lo que nos ofreces es algo mas que intentos...

genial!!

bsos

Clementine dijo...

Me gusta como escribes :)
Si, iré si los exámenes me lo permiten :D No quiero perdermelo que siempre por A o por B no puedo ir..

:)

un beso bonita

~Valeria Fluorescent. dijo...

Qué terribles deben de ser esos recuerdos para preferir eliminar tu memoria ! Buala :$
Un beso, y gran texto, Ankara !

Laura M. dijo...

Joooooooooooooooooder. Me has dejado de piedra.
A cada texto te superas, ¿te lo habían dicho ya? Creo que ahora saldré loca pensando qué motivos le habrán llevado a querer dormir por siempre. Sería un flashback delicioso y triste.
Me encantas, lo juro. No dejes de escribir nunca.

Un beso :)

Lia dijo...

Muchisimas gracias!
He leido algunos de tus textos y me gustan mucho, me fastidia mucho no poder escribir así de bien, aunque lo intento de vez en cuando... Si tienes tiempo puedes pasarte por el blog donde acumulo esos intentos y que no aparece en mi perfil: passporttostrawberryfields.blogspot.com
Por cierto, te sigo;)
xx

Angerica dijo...

Después de tanto tiempo disfrutando de este blog,lo mínimo que puedo hacer es incentivarte (aunque no sea neccesario)haciéndome seguidora oficialmente!!
jejejeje

Besinos!!

Luna Méndez dijo...

Bien Lauuu, tú si que sabes!!

xDD


ves cómo contesto? aunque no tenía mucho q decir...

Lobo Solitario.

Rabiada. Miedo.

Borde. Majo.

xD

Vanille Galaxy dijo...

Hay recuerdos que uno desearía poder enterrar...

Beso!

Óscar Sejas dijo...

He de decir que has conseguido mantener la intriga. Pensé que iba a donar un órgano por dinero o algo así y de repente zas, giro final.

He de decir que sigo intrigado y haciendo suposiciones sobre el porqué de querer borrar los recuerdos...

Quizás en próximas entregas lo descubramos. Por si acaso voy a darme prisa en leer la segunda parte.

Unknown dijo...

Escalofriante texto. Que recuerdos tan profundos e inalterables deben ser como para querer arrancarlos. Me ha gustado mucho :)