¿Alguna vez te he contado la historia del día que descargué una película por error?


¿No? Pues debería haberlo hecho, la historia te afecta de lleno. El caso es que la descargué, y resultó ser una gran película. El título nos da igual. Nos dan igual los personajes. Nos da igual el inicio, la trama y el desenlace.

Lo único que contigo quiero compartir es la idea que me enseñó el largometraje. En él, un padre artista le explica a su hija de 15 años que las personas, al igual que un cuadro, se componen de partes y, para que sean merecedoras de nuestra atención, en ellas el todo ha de ser mayor que la suma de dichas partes.  

Yo terminé de ver la película, y me quedé ahí. A oscuras. Sentada en el sofá con una manta y un saco de palomitas a medio terminar. Pensando en partes, en todos y en nadas.

Y pensando, pensé que tú.

Tú.
Con tu risa, con tus ojos, con tu voz y con tu pelo.

Tú.
Con tus manos, con tus pestañas, con tu boca y con tu cara.

Tú.
Con tus libros, con tu ropa, con tu espalda y con tus piernas.

Tú.
Con tus frases, con tus historias, con tus bromas y con tus ideas.

Pensando, pensé que contigo, da igual que haga malabares con los números, que los ponga a todos en fila india hacia el cielo, da igual que los multiplique en lugar de sumarlos o que los eleve al infinito.

Da todo exactamente igual.

Porque tú, cariño, vales siete mil millones de veces menos que la suma de tus partes.

2 comentarios:

Laura M. dijo...

Qué inesperada conclusión, qué daga tan hermosa y certera. He retomado la buena costumbre de leer blogs en lugar de periódicos y escribes mejor de lo que podría recordar. Después de tantos años me alegra encontrarte con tanto todo.
Un abrazo

Yo dijo...

madre mia que maravilla :`)