y te olvidé.

Esa noche, conduciendo por una autopista oscura, los focos de un coche en el espejo retrovisor me cegaron un breve segundo. Una ínfima parte de un minuto que casi me hizo perder el control. Casi. Porque en el brillo de su luz vi el destello de tu mirada. De nuevo. Otra vez. Tus oscuros ojos mirándome desde la penetrante noche. Desde el asiento de atrás.

Abandoné la carretera por la primera salida al pueblo más perdido y dirigí el ronroneo de mi coche hasta la parte más oculta del solitario lugar. Recorrí una sinuosa carretera que hacía su camino montaña arriba hasta llegar a su final, dónde una pequeña explanada de césped me daba la bienvenida.

Apagué las luces, la radio y el motor, y la oscuridad, el silencio y la tranquilidad se apoderaron de mí. Abrí la puerta y salí despacio. Me senté en el capó y me recosté en el parabrisas. Miré al cielo, oscuro pero plagado de estrellas y tu imagen volvió a aparecer entre ellas, como una más.

Una repentina brisa encontró la rendija entre mi camiseta y mis pantalones y se introdujo acariciando mi piel, despeinando mi pelo. Cerré los ojos y respiré hondo, sintiendo el frío calar mis huesos. Y no me importó.

Pensé en los focos de ese coche, en tus ojos. Me sorprende recordarte. Hacía tiempo que no lo hacía, hace mucho que dejé atrás esa necesidad. Hace tanto, que tengo dificultades recordando el resto de tu imagen. Pero sólo es eso lo que está borroso, los días contigo nunca los dejé atrás. Siguen conmigo allí a donde voy, sea quien sea aquella con la que comparto mis horas.

Recuerdo que contigo, un beso no era sólo un beso. Era una explosión a mi alrededor, un universo deshaciéndose en mil pedazos, el sol deshidratando los mares, una montaña reducida a granitos de arena, el desierto floreciendo en un instante, música reventando mis tímpanos.

El suelo desapareciendo bajo mis pies.

Pero también recuerdo que no dabas abrazos aunque te los pidiera de rodillas, aunque fuera lo que yo más necesitaba, aunque estuviera deshecho.

Que nunca conseguí cogerte de la mano.

Que nunca contaste conmigo.

Es extraño recordarte. Así, tan fríamente, sin experimentar el dolor que un día me ocasionaste. Recordar todo lo bueno, y también todo lo malo, sin sentir en mi interior nada, más allá de la indiferencia.

No sé por qué ahora.

Tal vez sea para dejarte marchar, para olvidarte definitivamente y así dejar atrás no sólo tu imagen, sino también tus recuerdos, tus besos y tus no-abrazos, tus caricias ausentes. Todo tu ser. Entero y al completo.

Y aquí, en el capó de mi coche, las estrellas parecen más brillantes que antes.

Y me parece que ya no recuerdo ni tus ojos.

4 comentarios:

Noviembre dijo...

Y no se me olvida volver y leer y releer...

Me sigue transmitiendo algo un tanto triste, pero aún así... me gusta!

Por cierto, muy bien, actualizando cada poco (no como yo ejem), ah, has visto? tu blog se ha convertido en literario del todo!! jajajaja

cuggy!

Noviembre dijo...

Gracias por el diseño del gatito! Ahora formas parte de nuestra portada! :)

Noviembre dijo...

Anda, no cambia los comentarios antiguos, si hasta parece que soy dos!

Anónimo dijo...

"Una repentina brisa encontró la rendija entre mi camiseta y mis pantalones y se introdujo acariciando mi piel, despeinando mi pelo. Cerré los ojos y respiré hondo, sintiendo el frío calar mis huesos. Y no me importó."

¿Esto es un relato erótico? jijiji

Ya sabes que el cerebro es muy capullo y en cualquier momento puede devolver la imagen de sus ojos... Cualquier día será un ejemplo de Memoria XD