Vino

Camina despacio. Nadie le espera en ninguna parte.
Hace frío y es temprano; el gélido y madrugador viento ha empezado una batalla en su contra en la que solo consigue aguantar gracias a un desgastado abrigo que, forrado de tupida lana, impide el paso a su implacable enemigo.

Su paso sigue un ritmo irregular, vacilante, tambaleándose en forma de casi imperceptible letra S. Apenas puede recordar cuándo fue la última vez que caminó de forma firme y decidida; el tiempo en que caminar por la calle tenía un objetivo; cuando caminaba y sabía a dónde iba…y alguien le esperaba.

Piensa en el pasado. A veces lo hace; se acuerda de su barrio, de su ciudad, de su familia, de su trabajo, de las decisiones que le llevaron a ese momento exacto. En realidad, no son pensamientos muy recurrentes…poco a poco su mente ha aprendido a esconder aquello que le hace daño.

Llega a la plaza para ocupar el frío banco de madera que ha sido su compañero durante los últimos meses. Saca un cartón de vino de la bolsa de papel que llevaba bajo el brazo, lo abre y echa el primer trago de la mañana. El alcohol casi se ha convertido en una extensión de su organismo, el tabaco en una extensión de su mano. Hacen que el día pase más rápido, hacen que todo se vuelva borroso.

Se siente tan solo que habla con todo aquel que se preste a escuchar alguna de sus historias entre las que, en ocasiones, deja entrever atisbos de lo que fue su vida y de lo que ahora es. Breves atisbos que hacen estremecer el oído de quien escucha.

En ocasiones llora, otras ríe, mientras la gente pasa a su alrededor mirándole, a veces con recelo, y a veces con compasión.

Sus mañanas y sus tardes desfilan ante sus ojos entre breves conversaciones, rápidos tragos y alguna lágrima que escapa, rebelde, recordándole quién es.


**Porque el señorín de la plaza de la facultad provoca en mí miradas de compasión y no recelo. Tal vez porque así veo su vida, tal vez porque esto es su realidad. Tal vez por un exceso de sensibilidad o por falta de juicio o quien sabe por falta de qué.
Un señorin que, con cada baile que protagoniza, me estremece un poquito más por dentro.

3 comentarios:

Noviembre dijo...

Pues que todo lo que te estremece te haga expresarte de esa manera, amiga mía, porque vaya... ejem...

Evolucionas rápido... y muy muy bien :)

Y también me gustan mucho tus fotos de la derecha!!

MuuuuaK

Dylan Nes dijo...

"Sus mañanas y sus tardes desfilan ante sus ojos entre breves conversaciones, rápidos tragos y alguna lágrima que escapa, rebelde, recordándole quién es"

Arrojarnos a la calle es la receta para olvidarnos lo que alguna vez fuimos, alguna vez hicimos, alguna vez nos hicieron?? hay receta al dolor y el abandono del hombre??

Bellisimo lugar, un rincon creado para reflexionar. Me encanta estar aquí y conocer a alguien que se para a ver en la calle lo que sucede, y hace notar esos punto insignificantes que todos ignoramos siempre. Un placer gigante me da saber de vos, volveré.

Nes

Óscar Sejas dijo...

Cosaa para nada extraña, a mi también me estremecería.

Hay muchas historias en la calle, no lejos de nosotros. Cada día tenemos acceso a ellas y a veces todos pasamos de largo, ignorándolas. A veces me da por pensar como sería mi vida así, sin amigos, sólo, con una botella de vino y el tabaco esperando quizás que la vida no te dure mucho.

Llegarán momentos en que recuerdes lo que tenías y lo que perdiste y en que no comprendas nada...

Alguien me dijo una vez que los ángeles duermen en las aceras (ya te pasaré la canción donde lo descubrí).

Un abrazote